La trampa de la superioridad moral
"El gran problema del discurso de superioridad moral es que te deja sin margen de error. Si tú o alguno de los tuyos se manda un “condoro”, o incluso un episodio confuso y fácil de malinterpretar, aparte de corrupto o negligente, quedarás como bocón, inconsecuente e hipócrita, y el juicio público te caerá más fuerte y duro. Ante eso, mejor ir piola, sobrio y humilde por la vida", plantea el columnista Rodrigo Vergara Rojas.