El parásito Kast y su llegada a La Moneda
"En vez de responder por la austeridad en serio, ofrece ´señales´ de baja escala, como insistir que vivirá en La Moneda para ahorrarse arriendo y seguridad extra. Eso sabiendo que el Palacio ni siquiera está habilitado como residencia y que, si quiere empujar esa idea, tendría que intervenir básicamente un monumento histórico: anteproyecto, criterios de obra y permisos que la Oficina del Presidente Electo todavía no ha pedido", expresa el columnista Álvaro Ortiz Villalobos.
“En Chile, el Estado no está enfermo: está podrido. Lo han convertido en un cuerpo hinchado, lleno de parásitos que viven de él”, escribía en octubre Cristián Valenzuela, principal asesor del presidente electo José Antonio Kast y posible integrante del segundo piso de La Moneda cuando el republicano asuma en marzo. La columna, publicada en La Tercera, fue un descarado —pero calculado— ataque contra el gobierno de Gabriel Boric y la idea de que el Estado se reparte como botín, a raíz de la supuesta contratación de 100 mil nuevos funcionarios, que además fue desmentida posteriormente. De igual forma, Valenzuela acusaba a la administración de ser una élite que aprovechaba su posición mientras “millones de chilenos trabajan, pagan impuestos, esperan soluciones y reciben cada vez menos”.
El texto tenía esa ventaja retórica de situarse a sí mismo —y a Kast— fuera del problema. El Estado podrido era algo que se miraba desde lejos, con asco, con rabia, con una supuesta pulcritud ética que habilitaba la denuncia, pese a que Kast fue durante 16 años diputado, y dejó una postal difícil de borrar cuando en 2015 se fue por un mes de vacaciones a Europa con goce de sueldo, mientras que Valenzuela venía siendo desde 2018 parte de un panel de expertos que asesora los nombramientos de funcionarios públicos. Pero, poco más de dos meses después de la polémica columna, el relato comienza a invertirse, ya que desde que Kast ganó el balotaje, la austeridad dejó de ser un eslogan de campaña y pasó a ser una prueba.
El discurso no es nuevo, sino que lo viene repitiendo hace más de una elección, e incluso lo convirtió en promesa explícita. En 2021, cuando el republicano fue proclamado como candidato presidencial en el cerro Ñielol en Temuco, uno de sus bastiones electorales más fieles, sostuvo: "Chile ha vivido una crisis económica profunda y necesitamos un gobierno de austeridad. Bajaré mi sueldo como presidente a la mitad y disminuiremos significativamente los sueldos y asignaciones de las altas autoridades del Estado, incluyendo a ministros, senadores, diputados, jueces y fiscales”.
Esas palabras pudieron hacerse valer este domingo cuando, en entrevista con Tele13, el próximo presidente fue consultado si aceptará o bajará su sueldo, dado que la Comisión para la Fijación de Remuneraciones determinó que, a partir de marzo de 2026, su puesto recibirá el sueldo más alto del aparato público. Son $11.070.064 brutos, al menos $4 millones más de lo que ganaba Boric. Pero su respuesta fue que “nosotros no hemos debatido el monto del sueldo. Nosotros lo que hemos debatido es que se aprovechen cargos de confianza a personas que tienen la actitud o las capacidades para hacer su trabajo”.
Kast hace lo de siempre y, cuando la pregunta aprieta y no tiene el prompter preparado, hace el loco. En vez de responder por la austeridad en serio, ofrece “señales” de baja escala, como insistir que vivirá en La Moneda para ahorrarse arriendo y seguridad extra. Eso sabiendo que el Palacio ni siquiera está habilitado como residencia y que, si quiere empujar esa idea, tendría que intervenir básicamente un monumento histórico: anteproyecto, criterios de obra y permisos que la Oficina del Presidente Electo todavía no ha pedido. Si es por ahorrar, quizá salía más barato —y menos performático— ocupar la misma residencia que usó Boric.
De igual manera, el futuro presidente intenta vendernos esa postal de cocinar por las noches, comer en el casino durante el día y resolver las visitas familiares con “una cama nido” o un “camarote”, como prueba suficiente de que no “generará más gastos al Estado”. Y sí, viviendo en Paine mudarse al centro podría leerse como pura logística, pero el problema es que Kast lo presenta como credencial de su virtud pública, como si la escena doméstica alcanzara para despejar el debate de su sueldo de $11 millones. No es más que abajismo como salida mediática.
Lo que puede hacer la diferencia en el país no va a ser dónde duerme Kast, sino en dónde y cómo pretende recortar esos $6 mil millones del gasto fiscal: qué cosas dejan de financiarse, qué políticas se achican, qué apoyos desaparecen y quiénes sienten primero ese ajuste. Ahí se acaba la austeridad para la foto y empieza la de verdad, y se acaban las dudas sobre si venía a limpiar La Moneda o estamos ante un nuevo parásito.
Por Álvaro Ortiz Villalobos.