Para que sea breve
"Si la izquierda pretende ser gobierno o alternativa nuevamente, no puede esperar simplemente que la agenda de retrocesos que ha prometido Kast provoque un malestar que los ponga de vuelta en La Moneda. La teoría del péndulo describe bien lo que está ocurriendo, pero no es una regla ni un destino", señala el columnista Alexis Cortés.
Las derrotas cuando son de esa magnitud obligan a procesos reflexivos para sacar las lecciones que permitan revertirlas a futuro. ¿Qué aprendizajes se pueden extraer entonces de esta elección presidencial para que, como señaló la propia Jeannette Jara, la derrota sea breve?
En primer lugar, el mundo progresista una vez más fue incapaz de hablarle al grupo de votantes obligados que desde el Plebiscito de 2022 viene marcando la política chilena. Este grupo tiende a ser volátil en sus preferencias, menos ideologizado, más concreto y material en sus demandas. Las coordenadas clásicas de izquierda-derecha explican poco de sus opciones. Justamente por eso no se puede asumir que sean electores de derecha, ni que el plebiscito del 2022 vaya a ser la nueva brecha que defina la política nacional.
Ahora bien, la derecha ha sido exitosa en presentar el triunfo del rechazo en el 2022 en una derrota ideológica de todo el progresismo y de su agenda transformadora, pero la evidencia disponible muestra que la demanda de cambios sigue vigente, particularmente entre los obligados. La derecha logró reducir esa ansia a un cambio de gobierno que restaure el orden perdido tras el estallido y la pandemia. Pero, vale notar que Jara logró subir en cerca de 4 puntos la marca del Apruebo en 2022 (de 38% a casi 42%), la que para algunos analistas se había convertido en el techo del sector en el nuevo escenario. Un incremento insuficiente, pero indicativo de que se puede crecer y de que el triunfo de Kast no estaba predefinido.
¿Por qué si la derecha, en particular los republicanos de Kast, sufrieron una derrota de similar magnitud en el plebiscito de 2023 eso no se tradujo en una recuperación de la iniciativa del sector? Sin duda, tras ese fenómeno hay déficit comunicacional, pero sobre todo político. La derecha construyó una narrativa coherente en torno al 4 de septiembre de 2022, el progresismo dio vuelta la página en diciembre de 2023 gratuitamente. En esta campaña se habló solo de plebiscito de 2022, nunca del 2023.
Por otra parte, ¿es la hipótesis de la alternancia suficiente para explicar el triunfo de Kast? La derecha fue exitosa en transformar la elección en un plebiscito en contra del gobierno, lo que estaba en juego era la continuidad o el cambio del mismo. Kast llegó a transformarse en una caricatura al responder obsesivamente aludiendo a Gabriel Boric, señal de consistencia comunicativa, pero también de nuestra incapacidad de ofrecer un marco alternativo de lo que estaba en juego. Sin duda, la experiencia del gobierno de Gabriel Boric debe ser objeto de un proceso de autocrítica de parte del sector, ¿por qué un gobierno amplio de izquierda que prometía convertir el malestar que estalló en 2019 en cambios estructurales, devino en fuente de nuevos malestares, perdiendo sintonía con el pueblo que buscaba representar? Ese es un problema de todo el sector, no solo del gobierno.
El próximo gobierno de Kast, tal como el actual, posiblemente no tenga luna de miel. Juan Pablo Luna ha dicho que la forma más fácil de perder poder es ganar una elección presidencial. Desde antes del balotaje, la derecha viene intentando bajar las expectativas de su futura administración, pero es altamente probable que su gestión en materia de seguridad y migraciones sea insuficiente para satisfacer la urgencia que la población siente en esa materia y que ellos mismos ayudaron a construir. Por otra parte, si implementan algunas de sus promesas actuales o históricas, como el recorte fiscal, es imposible que no generen insatisfacción. Al mismo tiempo, si no lo hacen, se convertirán en la derecha que ellos criticaron y también pagarán un costo por eso.
Con todo, un fracaso presidencial de Kast no será sinónimo de un retorno de la izquierda, es más, sería un plato servido para un discurso como el de Parisi, quien ha demostrado más sintonía con el nuevo perfil de electores: ya gobernaron los comunachos con Boric y los fachos con Kast, ahora es el turno de la gente.
Si la izquierda pretende ser gobierno o alternativa nuevamente, no puede esperar simplemente que la agenda de retrocesos que ha prometido Kast provoque un malestar que los ponga de vuelta en La Moneda. Si la izquierda no es capaz de interpretar los anhelos, las aspiraciones, las expectativas de ese sector del pueblo que hoy es obligado a votar, es improbable que logre transformarse en una alternativa de futuro y en un proyecto político que interprete a las grandes mayorías. La teoría del péndulo describe bien lo que está ocurriendo, pero no es una regla ni un destino.
Por Alexis Cortés, Departamento de Sociología de la Universidad Alberto Hurtado.