El escenario electoral y la división de los sectores populares: un espejo de las condiciones de salud mental
"Desde la salud pública es ampliamente conocido que entornos sociopolíticos adversos agravan la mala salud mental, de la misma forma que fomentan la fragmentación y el aislamiento. La tensión y división de los sectores populares, así como la denostación entre unos y otros fueron parte del día a día", señala la columnista Roxana Valdebenito.
La reciente campaña presidencial no solo activó polarizaciones políticas, sino que, a través del miedo, profundizó una crisis de salud mental estructural que ya atraviesa a los sectores populares y que hoy opera además como un factor de fragmentación social.
En octubre se hizo noticia un indicador elocuente. De acuerdo con datos del MINSAL, en 2024 hubo en Chile más suicidios que homicidios (10,3 versus 6 por cada 100 mil habitantes). Durante el mismo año, 57 niños, niñas y adolescentes entre 10 y 17 años fallecieron por lesiones autoinfligidas. En población adulta, cerca del 19% de las personas declaran sentirse aisladas o excluidas y las cifras no son exclusivas de los más pobres, sino también de sectores medios con una inserción social frágil, según datos del Termómetro Salud Mental ACHS UC y Defensoría de la Niñez.
Desde la salud pública es ampliamente conocido que entornos sociopolíticos adversos agravan la mala salud mental, de la misma forma que fomentan la fragmentación y el aislamiento. Así, el escenario de campaña convirtió la precariedad compartida en antagonismo cotidiano, desplazando el conflicto desde las estructuras hacia las personas. La tensión y división de los sectores populares, así como la denostación entre unos y otros fueron parte del día a día. Un adherente de Jara insultado o amenazado por un auto al pasar, un adherente de Kast tratado de ignorante o de fascista en la calle por un vecino o vecina. Todos de sectores populares. Y ese ambiente divisorio no ha terminado después de la votación.
Reconocer la intersección entre política, determinantes sociales y salud mental es crucial para el diseño de políticas públicas, pero sobre todo hoy debe servir como brújula en la acción política y colectiva. Es necesario seguir defendiendo la idea de llegar seguro a fin de mes así como tantos otros puntos programáticos, pero también las organizaciones e instituciones deben buscar estrategias explícitas para evitar que se sigan profundizando diferencias secundarias entre quienes compartimos un destino común. Dicho de otra forma, la condición de clase está por sobre una preferencia electoral.
Cualquier proyecto político con vocación de bienestar social, y en particular la izquierda, puede tomar la salud mental como un indicador político de la capacidad de unión y cohesión de la clase trabajadora, que hoy terminó la temporada electoral más dividida que antes. Y ya es sabido que, a río revuelto, ganancia de pesKastdores.
Por Roxana Valdebenito M., Socióloga y Mg. en Políticas Públicas.