Una mirada crítica a la premiación de László Krasznahorkai en los Nobel: “Hay ideologías del mal que están colonizándonos culturalmente”
La Academia Sueca otorgó el Nobel de Literatura 2025 a László Krasznahorkai “por su obra cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. Bajo ese contexto, la crítica literaria, Patricia Espinosa, conversó con Turno AM destacando su “planteamiento distópico” pero también invitó a abrir un debate sobre los sesgos occidentales del galardón.
La Academia Sueca eligió este jueves al escritor húngaro László Krasznahorkai como Premio Nobel de Literatura 2025. Según la institución, el novelista recibe el galardón “por su obra cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. El autor, de 71 años y nacido en Hungría, es reconocido como una de las voces europeas más poderosas de las últimas décadas.
Según consignó este jueves la BBC, el presidente del comité Nobel, Anders Olsson, señaló: “Krasznahorkai es un gran escritor épico de la tradición centroeuropea que se extiende desde Kafka hasta Thomas Bernhard, y se caracteriza por el absurdo y el exceso grotesco”. La Academia destacó la proyección internacional del autor y el alcance de una literatura que aborda el terror y reafirma la potencia del arte.
El reconocimiento internacional llegó con Satantango o Tango Satánico (1985) y La melancolía de la resistencia (1989), ambas adaptadas al cine por Béla Tarr. La institución sueca subrayó además el valor de Herscht 07769, una de sus obras más recientes. Es el segundo premio Nobel para Hungría, después de Imre Kertész en 2002.

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Quién es László Krasznahorkai
El escritor húngaro ha sido descrito como el “maestro del apocalipsis” posmoderno. “Es un escritor hipnótico”, dice George Szirtes, poeta y traductor al inglés de Krasznahorkai. “Te atrapa hasta que el mundo que evoca resuena y resuena dentro tuyo, hasta que se convierte en tu propia visión del orden y el caos”.
Nacido en Gyula, una pequeña ciudad en el sureste de Hungría en 1954, Krasznahorkai, ahora de 71 años, creció en una familia judía de clase media. Ha encontrado inspiración en sus experiencias bajo el comunismo y en los extensos viajes que emprendió después de mudarse por primera vez al extranjero en 1987 a Berlín Occidental para una beca, un punto de inflexión en su trayectoria.
Sus novelas, relatos y ensayos son más conocidos en Alemania —donde vivió durante largos periodos— y en Hungría, donde muchos lo consideran el autor vivo más importante del país. Críticamente difícil y exigente, su estilo fue descrito una vez por él mismo como “la realidad examinada hasta el punto de la locura”. Su inclinación por las frases largas y los pocos saltos de párrafo también han hecho que se le califique de “obsesivo”.
Explorando temas de distopía posmoderna y melancolía, su primera novela Satantango (1985) lo llevó a la fama en Hungría y sigue siendo su obra más conocida. Su estilo intransigente (12 capítulos, cada uno compuesto por un solo párrafo) fue calificado por Szirtes como “un lento flujo de lava narrativa”. El libro era para personas que “quieren algo más que entretenimiento... que tienen preferencia por lo dolorosamente bello”, dijo en una entrevista.
Satantango fue llevada al cine —con una duración de más de siete horas— con el mismo nombre en 1994 por el director húngaro Bela Tarr. Tarr también llevó a la pantalla una adaptación de la novela de 1989, La melancolía de la resistencia, también ambientada en un desolado escenario de la era comunista, en su película Werckmeister Harmonies (2000), reforzando la proyección cinematográfica de su obra.
Comparado en diversas ocasiones con Samuel Beckett y Fiódor Dostoievski, la crítica estadounidense Susan Sontag lo definió como “el contemporáneo maestro húngaro del apocalipsis que inspira comparaciones con Gógol y Melville”. Su novela Guerra y guerra (1999) fue descrita por James Wood como “una de las experiencias más profundamente inquietantes que he tenido como lector”. “Sentí que había llegado tan cerca como la literatura puede llevarte a habitar a otra persona”, escribió Wood.
En 2015, ganó el Premio Booker International por su trayectoria y dijo que esperaba que esto le permitiera acceder a un público más amplio. Primer autor húngaro en recibir ese galardón, atribuyó su inspiración a Franz Kafka, a Jimi Hendrix y a la ciudad de Kioto en Japón. “Espero que con la ayuda de este premio encuentre nuevos lectores en el mundo angloparlante”, dijo. Al ser preguntado por las imágenes apocalípticas en su obra, señaló: “Quizá soy un escritor que escribe novelas para lectores que necesitan la belleza en el infierno”.

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Mirada apocalíptica
Consultada por Turno PM, la escritora y crítica literaria, Patricia Espinosa, destacó el “planteamiento distópico” en la obra del húngaro y “su mirada apocalíptica”. De esta forma, la experta lo calificó como “un lector de los tiempos actuales” que “está leyendo el mundo a través de la literatura y eso lo encuentro valioso”.
Además, Espinosa destacó que “tiene un estilo de escritura que es reconocible” ya que “al día de hoy, lograr una escritura que sea reconocible estilísticamente y temáticamente es fundamental. Yo creo que lo ha logrado, pero desgraciadamente es poco conocido”. En esa línea, la crítica cree que el reconocimiento de la Academia Sueca es “una incitación a leerlo. Es que de verdad vale la pena. Hay alta experimentación, tiene un cerco vanguardista interesante”.
Incluso, Espinosa cree que la escritura del europeo tiene guiños con el trabajo de la chilena Diamela Eltit: “Yo encontré incluso que tenía ciertas intertextualidades, pequeños cruces, digamos. En ese sentido me parece que siempre es un aporte que se ponga en escena, en circulación, el nombre de un autor que es poco conocido, no solamente en Latinoamérica, sino también en el resto del mundo”.
“Yo creo que es una escritura que es más compleja. Obviamente no veo que sea una escritura más cercana al bestseller y creo que eso de alguna forma lo vuelve más valioso estéticamente. Es un autor que se manifiesta en resistencia a los circuitos comerciales y a la elaboración de una literatura fascista. Creo que en ese sentido uno puede advertir a través de su trabajo y también de las posiciones mediáticas que han habido con respecto a él”, complementa la especialista.

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Premios de un Occidente que coloniza
Así las cosas, Espinosa hace un importante alcance respecto a la relevancia y el rol que tiene hoy la Academia Sueca. Esto, considerando por ejemplo que el presidente de Estados Unidos es actualmente fuertemente considerado para recibir el premio Nobel de la Paz, y no es la primera vez en que lo postulan.
Bajo esa perspectiva, la crítica invita a mirar con un ojo crítico el subtexto de estos galardones: “No es atípico que se lo gane un varón, europeo, blanco. Se repite un patrón primermundista”. Asimismo, Espinosa advierte que “en última instancia el premio Nobel es un premio político que no hace más que reafirmar la figura del colonizador. Entonces el colonizador: el jurado, está compuesto preferentemente por varones, que determinan qué es lo mejor del mundo, y generalmente ganan escritores occidentales”.
Espinosa también destaca que la presencia de mujeres en la premiación sueca ha sido “históricamente mínima". Lo encuentro sexista también”. Además cuestionó el hecho de la academia de “arrogarse el criterio del gusto”, planteando que “para mí el Nobel tiene una importancia bastante relativa”.
Para la experta, aferrarse al dictamen de la Academia Sueca respecto a qué es lo mejor del año, sería sinónimo de “una ingenuidad ya hasta la altura imposible de asumir. Yo pensaba incluso en lo que significa esto de todo el lobby que tienen que hacer las agencias literarias, los managers, las editoriales y en muchos casos los propios escritores”.
“El premio ha sido un premio elitista y lo encuentro conservador, es decir, se quiere ir instalando rankings de quién es lo mejor. Un país del primer mundo que arma un jurado, ya como te decía, solamente de varones, con una presencia mínima de mujeres, y ellos determinan quién es mejor. Imagínate tú, en qué situación estamos, después de que el colonizador nos vuelve a legitimar y a decir ‘(...) vamos a colorear un poco esto. Hemos tenido mucho primermundista blanco, entonces pongámonos un oriental’. Yo discrepo bastante de las políticas que otorgan el Nobel, me parece que un premio debería ponerse en cuestionamiento hace rato”, destaca Espinosa.
En esa línea, planteó que “hay ideologías del mal (...) que están colonizándonos culturalmente. Es importante que lo revisemos desde una mirada progresista y veamos cómo están operando. Afirmarse en la legitimación de un premio como el Nobel sería continuar con esta política colonialista primermundista”.
Sin embargo, Patricia no apunta sus críticas contra el húngaro, sino que aborda una nueva perspectiva para entender este tipo de premiaciones: “No me parece un mal escritor. Yo destacaría su obra, pero creo que nosotros como tercermundistas tenemos que mirar hacia Latinoamérica y hacia otros lugares del globo que también son tercermundistas. Tienen mucho que decir. Sobre todo mirar su literatura en Occidente, su escritura feminista, su escritura queer, y particularmente mirar hacia las editoriales independientes, otros circuitos de producción, que no sean los grandes consorcios internacionales, con otras formas de circulación de libros, donde son muy importantes las ferias, por ejemplo, más que la librería o la tienda del mall”.