¿Qué está pasando en Nepal?: Chilena explica las claves para entender el estallido de la Gen Z
Alimentada por años de descontento con la corrupción de la clase política, el conflicto ha dejado al menos 22 fallecidos y a la nación del Himalaya en un profundo vacío de poder. Fernanda Glaser conversó con Turno AM para entregar testimonio de la dura crisis que se vive en el país asiático.
Nepal se encuentra sumido en una de las crisis políticas y sociales más graves de su historia reciente.
Lo que comenzó como una protesta juvenil contra la censura en internet ha escalado hasta convertirse en un levantamiento nacional que ha provocado la renuncia del Primer Ministro, K.P. Sharma Oli, ha dejado un saldo de al menos 22 muertos y ha sumido a la nación del Himalaya en un profundo vacío de poder y una inquietante incertidumbre sobre su futuro.
El detonante inmediato de la furia ciudadana fue la decisión del gobierno, el pasado jueves, de bloquear el acceso a 26 plataformas de redes sociales, incluyendo gigantes como WhatsApp, Facebook, Instagram y YouTube. La justificación oficial fue la necesidad de regular estos espacios para combatir la desinformación, el discurso de odio y el fraude en línea. Sin embargo, para los críticos y la ciudadanía, la medida fue vista como un acto de censura autoritaria.
Aunque la prohibición encendió la mecha, el descontento venía gestándose desde hace años. Como expresó una manifestante a la BBC, la prohibición fue "solo la excusa". Fernanda Glaser, chilena residente en Katmandú, confirmó esta percepción en conversación con Turno AM, asegurando que la prohibición “fue como la gota que rebalsó el vaso de una década de corrupción".
En ese sentido, Glaser corroboró que el verdadero combustible de las protestas es la profunda y generalizada percepción de nepotismo y el lujo en que vive la clase política, agregando que, a diferencia de otros estallidos sociales, como el vivido en nuestro país durante 2019, este no fue sorpresivo para los nepalíes, ya que "la gente más joven me dice que esto lo veían venir".
Contra la casta
Según reportes de la BBC, las movilizaciones escalaron rápidamente en violencia. Grandes multitudes desafiaron el toque de queda impuesto por el gobierno. La tensión alcanzó su punto álgido cuando grupos de manifestantes irrumpieron en el edificio legislativo y le prendieron fuego, un acto de furia que se replicó en otros símbolos del poder, como la oficina y residencia del primer ministro y la sede del Tribunal Supremo.
Ante esto, las fuerzas gubernamentales abrieron fuego con munición real contra los manifestantes. Según el Hospital de Servicio Civil de Nepal, los choques dejaron un saldo de 19 jóvenes muertos, a los que se sumaron otros tres fallecidos el martes. Glaser confirmó el horror vivido en la ciudad: "Fue bastante violento. Nosotros ayer estábamos con mi equipo de trabajo en este mismo barrio y había una fiesta religiosa, entonces se escuchaban cantos budistas, mientras sabíamos que, al otro lado del río Bagmati, en el valle de Katmandú, había una masacre”.
En un punto crítico de las confrontaciones, el primer ministro K.P. Sharma Oli presentó su renuncia, haciendo un llamado a "cooperar para resolver pacíficamente la difícil situación". Su dimisión se produjo un día después de la del ministro del Interior. El aeropuerto internacional de Katmandú permanece cerrado, aislando al país. Según Glaser, “ver hoy día, el amanecer con toque de queda y todo muy en silencio, la verdad me pareció un poco perturbador”.

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Vacío de poder
Fernanda aseguró que “toda la casta política arrancó, o sea, ya no está en Nepal”, por lo que, según planteó, la salida del gobierno no ha traído calma, sino un complejo “vacío de poder". Curiosamente, una de las últimas acciones de Oli antes de renunciar fue restablecer el acceso a las redes sociales, el mismo catalizador de la crisis.
Para entender la magnitud del colapso, es crucial mirar la turbulenta historia reciente de Nepal. La nación abolió la monarquía apenas en 2006 y, tras una sangrienta guerra civil, se constituyó como una república multipartidista en 2015. Este paso, descrito por Glaser como un salto "de un sistema feudal a una democracia liberal en tiempo récord", no logró consolidar instituciones estables.
El sistema político que emergió de la guerra civil fue una compleja coalición de antiguos guerrilleros maoístas y hasta doce subdivisiones del Partido Comunista. "Esta asociación fue muy corrupta", explica Glaser. Esta alianza, que en un principio contaba con legitimidad, derivó en una estructura que se apoderó de las instituciones y los recursos del Estado.
Esta corrupción se ha visto agravada por la persistencia cultural del sistema de castas. A pesar de que la Constitución de 2015 consagra la igualdad, las élites políticas, pertenecientes a las castas altas, han perpetuado su poder. En ese sentido, Glaser aclara que el movimiento actual es fundamentalmente anticorrupción, no anticomunista.
“Efectivamente la gente que está en el gobierno son de las castas, de los Brahmin y de los Yatra, que son las castas derivadas del sistema hindú. Pero también hay que ver que están entre China e India. Entonces India también influencia mucho la toma de decisiones en Nepal”, aclara la chilena.
Dichas decisiones se traducen en la imposición de “primeros ministros”, mientras que China “toma palco, pero por otro lado hay cierta influencia, porque manda plata para arreglar caminos y estructuras. Al final se queda en estas castas políticas. Pero estas castas políticas, que uno pensaría que el comunismo y el maoísmo quisieran eliminar el sistema de castas, no lo han eliminado”, en ese sentido, planteó que ese contexto refleja “la típica contradicción entre una cultura y una fuerza tradicional, digamos, que mantiene una cierta práctica cultural y un nuevo sistema legal.
“No te transformes en asesino”
En medio del caos, la ciudadanía se muestra dividida. Por un lado, la misma Generación Z ahora hace un llamado a la paz. Glaser cita los mensajes que ve en redes: "'No te transformes en asesino tú mismo'. Porque nos asesinaron, no nos tenemos que convertir en asesinos". Por lo mismo, afirma Fernanda, ha habido un amplio llamado consciente por repudiar la violencia extrema y los saqueos, por parte de los propios jóvenes.
Sin embargo, frente al vacío y el descontrol —agravado por la liberación de miles de presos de una cárcel por parte de una turba—, ha surgido otra corriente. "La gente más adulta o adulta ya mayor me dicen que bueno, que ahora lo que correspondería es que vuelva la monarquía", cuenta Glaser, revelando que incluso facciones estudiantiles apoyan esta idea para restablecer el orden.
El futuro inmediato de Nepal es, hasta el momento, incierto. Con un toque de queda militarizado y sin un liderazgo político visible, la mayor aprensión es que el ejército se perpetúe en el poder.
Glaser explica dicho temor subyacente, explicando que la toma de poder militar significaba para los nepalíes que “India va a tomar control", dado que el ejército es visto como leal a la antigua monarquía, aliada de Nueva Delhi. Esta situación, explica, dejaría a Nepal a merced de las tensiones geopolíticas con China y perdiendo su frágil y relativamente nueva soberanía.