Lucybell baja el telón frente a un Movistar Arena lleno y un público que lloró, rió y cantó con ellos por 30 años
El trío de Claudio Valenzuela, Cote Foncea y Eduardo Caces se despidió indefinidamente de los escenarios. Su último show, que duró más de 3 horas, fue una mezcla de potencia escénica, emoción sostenida y la conciencia de un último encuentro con varios himnos.
La noche de este viernes 10 de octubre tuvo lugar en el Movistar Arena el adiós indefinido de una de las bandas más discretas del rock chileno, Lucybell. Fueron más de 3 horas de concierto y aún así se sintió corto. El show fue una mezcla de visualidad psicodélica con momentos íntimos que llevaron al público a ser el cuarto miembro del grupo, compartiendo lágrimas y sonrisas junto a Claudio Valenzuela, José Miguel “Cote” Foncea y Eduardo Caces. “Ya son parte del ADN de Lucybell”, sostuvo Valenzuela a los fanáticos.
Recorrido total
Pasadas las 21:00 horas, un circuito de pantallas LED recibió al trío capitalino, que abrió su último recorrido con De sudor y ternura. La energía desbordante se sintió desde el primer instante, cada canción fue interpretada con la intensidad de quien sabe que podría ser la última vez que se escuche en vivo. “Prepárense para una noche muy larga”, advirtieron entre sonrisas.
Lo desplegado sobre el escenario fue un homenaje a una historia compartida entre músicos y audiencia. El repertorio superó las treinta canciones en un recinto que se mantuvo repleto de principio a fin, con un público que rara vez ocupó las sillas del sector inferior durante el show.
El trío sostuvo un sonido sólido y poderoso, con guitarras estridentes que jugaban con efectos de luz y hacían imposible no sumergirse en el ambiente. Las pausas entre canciones fueron mínimas, reservadas para agradecer y compartir la emoción del momento. “Gracias por estar aquí, en una noche especial”, dijeron, mientras el público respondía a cada gesto de los integrantes.

Ca7riel y Paco Amoroso en el Movistar Arena: Pop de categoría mundial desde Argentina
En su tercera vez en Chile y su primer recinto masivo, el dúo trasandino demostró por qué tienen uno de los shows en vivo más potentes del momento. Con una propuesta que fusiona jazz, rock y electrónica con la energía del trap, Cato y Paco desataron una fiesta caótica y glamorosa que se posiciona como uno de los mejores números del año.
De lo íntimo a la euforia
El trío se trasladó a un escenario más pequeño, al fondo del Movistar Arena, para un bloque acústico íntimo que cambió el pulso del concierto. Sin estridencias y con arreglos despojados, Lucybell repasó una selección de temas en formato cercano, privilegió las dinámicas suaves y detalle instrumental, y sostuvo largos segundos de silencio atento antes de cada ovación.
En ese tramo destacaron Milagros y Carnaval, cuyas versiones conmovieron al recinto completo. Las interpretaciones derivaron en abrazos entre los integrantes y una respuesta emotiva del público, que acompañó cada final con aplausos sostenidos. El dispositivo visual fue dejado de lado para resaltar voces y matices, reforzando la sensación de ceremonia. Tras ese paréntesis íntimo, la banda regresó al escenario principal para retomar la intensidad eléctrica del cierre.
Durante las breves intervenciones, el grupo optó por mensajes directos y agradecimientos, sin discursos. La interacción se vio espontánea, casi improvisada, y evidenció la falta de palabras para una noche así. “Esto es para evolucionar, nacer de nuevo. Esto es para ustedes, nosotros, todos”, expresaron en uno de los pasajes, enmarcando el sentido del adiós.
En la recta final, el público entró en estado de celebración total, con globos en lo alto, luces que pasaban por encima de la cabeza y un coro de miles. El trío encadenó los últimos temas sin pausas largas, con Mataz marcando uno de los momentos más emotivos del cierre. Antes del final, llegó la frase que resumió la noche: “No nos queremos ir, pero nos tenemos que ir”, dijo Foncea.
El cierre quedó en Mil Caminos, asumida como síntesis del recorrido. Tras la última nota, se prolongó una ovación total y los integrantes se abrazaron frente a las primeras filas. Entonces Valenzuela tomó el micrófono y selló la despedida: “Gracias por la vida que me han dado”, dijo, y añadió de inmediato: “Y por la vida que viene”. Con esa frase y la última reverencia, se terminó una historia y comenzó otra.