"Cuando la fe se convirtió en feed: Del canal de la Iglesia Católica al patito verde acosador": La columna de Javier Riveros
"Hoy esa esfera pública ya no está en cafés, sino dispersa en un ecosistema híbrido, donde habitan televisión, portales digitales y redes sociales", escribe el columnista para Turno PM.
Cuando Habermas imaginó la esfera pública del siglo XVIII, la pensó como un café ilustrado donde los ciudadanos deliberaban con razón y argumentos. Pero era una fantasía incompleta porque mujeres, trabajadores y minorías quedaban fuera. Inclusión escénica. Exclusión como norma.
Hoy esa esfera pública ya no está en cafés, sino dispersa en un ecosistema híbrido, donde habitan televisión, portales digitales y redes sociales. El reportaje de Chilevisión sobre bots y trolls lo dejó en claro. La TV ya no fija la agenda sola, sino que amplifica lo que circula en X y en medios digitales. No genera más información, sino atmósferas con miedo, indignación, sospecha. Climas emocionales.
La política contemporánea se juega menos en argumentos que en flujos afectivos. Bots y trolls no son anomalías del sistema, son engranajes centrales: fabrican sensaciones, predisponen audiencias, alteran jerarquías temáticas. El rumor ya no informa, más bien mueve emociones.
En ese marco se sitúa la salida de Patricio Góngora del directorio de Canal 13, tras reportajes que lo vincularon con redes de desinformación y hostigamiento político —vínculos que él ha negado—. Su trayectoria es conocida. Estuvo en comunicaciones de las AFP durante la Convención, el plebiscito y la reforma previsional, campañas donde el miedo fue el guion dominante (“tu pensión, tu casa, tu futuro”).
Un perfil así exigía una diligencia rigurosa: conflictos de interés, huellas digitales, vínculos con cuentas anónimas. Hasta hoy no se ha transparentado públicamente un proceso de escrutinio de ese tipo. Esa ausencia deja un vacío que erosiona la confianza en los filtros de gobernanza mediática.
Pero el problema no es solo un nombre propio. Es una estructura. El grupo Luksic controla simultáneamente banca, minería, medios de comunicación y radios. Y con recursos que incluyen fondos de los trabajadores. Según Fundación Sol, recibe cerca de US$ 7.877 millones de las AFP (4,1 % del total invertido y 18,2 % en grupos económicos nacionales).
El dilema es evidente: ¿Puede un canal cuya propiedad está vinculada a esos sectores fiscalizarlos con plena independencia? No es un debate jurídico, sino ético de cómo garantizar pluralismo y credibilidad cuando los conflictos de interés son tan directos.

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"El éxito es, o debiera ser, siempre consecuencia, nunca fin. Así, lo más bonito que nos queda es ser espectadores de cómo ese arte, oficio, deporte o disciplina se aplica con maestría, y no necesariamente de la inspiradora historia que pueda haber detrás", escribe el columnista para Turno PM.

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"El problema con Reyes es que su personaje pesa más que sus logros y termina restándole credibilidad a alguien que debería ser uno de los referentes deportivos para Chile en esta época", escribe el columnista para Turno PM.
En ese debate apareció también “el Patito Verde”, un emprendimiento mencionado en espacios digitales en relación con campañas de comunicación polémicas. Más allá de la certeza de esas atribuciones —que han sido objeto de controversia y desmentidos—, lo relevante es el patrón: la existencia de operadores paralelos que intervienen en redes para moldear conversaciones sin asumir autoría.
La metáfora funciona porque recuerda a figuras de la ficción como Luca Brasi en El Padrino: personajes que operan en la penumbra para instalar miedo. No se trata de imputar hechos concretos, sino de ilustrar cómo el ecosistema comunicacional integra engranajes invisibles que producen ruido y predisposición emocional.
La ironía es fuerte. Canal 13 fue durante décadas “el canal del angelito”, expresión de vocación comunitaria y de misión pública bajo la Universidad Católica. Hoy, bajo control empresarial, aparece asociado a dinámicas de polarización y espectáculo emocional.
El giro se nota en los contenidos: Teletrece lidera en policial/judicial; CNN Prime dedica casi la mitad a política; Meganoticias refuerza ese foco; CHV se vuelca al deporte. En matinales, todos superan un tercio en policial/judicial —con Tu Día cerca de la mitad—. Temas como salud, transporte o emergencias quedan relegados.
Aquí surge la pregunta incómoda: ¿puede un conglomerado con intereses en minería, banca y medios fiscalizar con imparcialidad procesos tan sensibles como unas elecciones? ¿O más bien construye atmósferas que inclinan la balanza emocional del debate público?
No es solo política. Es también memoria y ética. ¿Qué diría el cardenal Raúl Silva Henríquez, defensor de los derechos humanos y de la libertad de expresión, sobre este viraje de Canal 13? ¿Y qué piensa el arzobispo Fernando Chomali? ¿Fue vender el canal un buen negocio o un error histórico que desmanteló su misión pública?
El desafío es claro. Se trata de reconstruir una esfera pública que privilegie la deliberación sobre el ruido, la inclusión sobre la saturación, la ética sobre la rentabilidad. El canal que nació como un angelito sonriente en una nube terminó convertido, para muchos, en un “patito verde” atrapado en el barro del ruido mediático. Una transformación que en poco más de una década y media llevó a un símbolo comunitario a convertirse en un engranaje más de la política afectiva.