“Working class hero” en la era digital: cómo hacer que la IA trabaje para las personas

"Las iniciativas públicas son fundamentales, pero no suficientes. Para que la IA tenga un impacto real y positivo se necesita un ecosistema de consultoras, agencias de innovación y, sobre todo, personas capacitadas", escribe Javier Riveros para Turno PM.

24-09-2025

Por Javier Riveros, magister en comunicaciones estratégicas y opinión pública.


La conversación global sobre inteligencia artificial ya cambió de tono. En los debates académicos y en los podcasts de referencia —incluidas las conversaciones que sigue Ezra Klein, columnista del New York Times y conductor de The Ezra Klein Show— la IA dejó de ser una promesa futurista. Es presente. La pregunta correcta ya no es “¿cuándo llega?”, sino “¿para quién va a trabajar?”


Existen dos rutas en disputa. La fácil es automatizar por automatizar, con menos personas y más software, lo que promete ahorro inmediato, pero acarrea un costo social diferido en forma de empleos desplazados, desconfianza y desigualdad. La inteligente es apostar por una IA pro-worker, diseñada para complementar el trabajo humano en lugar de sustituirlo indiscriminadamente. Se trata de una tecnología que libera tiempo, eleva la calidad del servicio y distribuye beneficios más allá del dueño del servidor.


¿Qué significa “IA pro-worker”? El concepto, desarrollado en investigaciones del MIT Shaping the Future of Work y del Centre for Economic Policy Research (CEPR), plantea que la cuestión central no es si la IA puede automatizar, sino cómo se implementa. Cuando sustituye sin criterio, profundiza la precariedad laboral y amplía las brechas; cuando complementa, en cambio, eleva la productividad y reduce desigualdades entre expertos y novatos. Una IA pro-worker no reemplaza decisiones humanas. Organiza, sugiere, resume o redacta borradores, pero la autonomía sigue siendo de las personas. De este modo, la máquina amplifica capacidades sin anular el criterio humano.


Aterrizarlo en Chile significa entender que el dilema no es cultural, sino práctico: ¿cómo generar incentivos y rutinas que orienten la IA hacia el bienestar laboral? Un ejemplo concreto es “Hazlo con IA”, programa público-privado impulsado por el CENIA junto a SOFOFA Capital Humano, ministerios y Google.org. Su objetivo es democratizar la IA generativa mediante formación gratuita para trabajadores y mipymes. No se limita a impartir cursos. Busca que la IA incremente la productividad, reduzca tiempos y libere recursos. Experiencias como esta demuestran que sí es posible diseñar proyectos pro-worker desde la colaboración público-privada, donde la IA no sustituye personas, sino que amplifica sus capacidades y devuelve el foco a lo que realmente aporta valor.


Las iniciativas públicas son fundamentales, pero no suficientes. Para que la IA tenga un impacto real y positivo se necesita un ecosistema de consultoras, agencias de innovación y, sobre todo, personas capacitadas, capaces de ir más allá de enseñar la última herramienta de moda. Su valor está en acompañar a las organizaciones a identificar dónde la IA complementa en lugar de desplazar, diseñar pilotos medibles y escalables, y asegurar implementaciones bajo criterios éticos y de confianza. En educación, por ejemplo, esto significa usar la IA para liberar tiempo docente y personalizar el aprendizaje. En salud, agilizar diagnósticos y mejorar la gestión de recursos sin deshumanizar la atención. En las mipymes, optimizar procesos y abrir espacios para la creatividad y la estrategia. Cuando estos actores se articulan, la IA deja de ser promesa abstracta y se convierte en una palanca de crecimiento humano y organizacional, devolviendo a las personas el foco en lo que realmente aporta valor.


John Lennon cantó “Working class hero” como advertencia contra sistemas que domesticaban a las personas. La IA puede repetir ese estribillo —control, vigilancia, obediencia— o atreverse a cambiar la canción, liberando tiempo, devolviendo autonomía y multiplicando capacidades. El héroe de hoy no es quien pelea contra la máquina, sino quien logra que la máquina lo potencie. Ese es el camino posible: claro, medible y compartido. No se trata de hype, sino de trabajo bien hecho. Y todo comienza con una pregunta incómoda, pero urgente: ¿para quién trabaja la máquina?

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