“Wicked: La magia del engaño, reflejos distorsionados y cantos silenciados”
"En un sistema político donde el 'glamour' y la imagen pesan más que el contenido real, personajes como Glinda —y, en muchos casos, los políticos como José Antonio Kast en Chile, Javier Milei en Argentina o figuras del entorno de Trump— son celebrados no por sus propuestas ni su pensamiento, sino por su capacidad para mantener una fachada atractiva", escribe Maca Solar para Turno PM.
Por Macarena Solar Zamora
En tiempos de polarización y manipulación mediática, donde la verdad es cada vez más opcional y los líderes se convierten en celebridades más que en representantes, Wicked: For Good se presenta como una fábula perturbadora sobre cómo la propaganda, el carisma vacío y la creación de enemigos pueden devorar una nación. A través de su historia, el musical nos invita a reflexionar sobre la política actual al mostrar la forma en que la verdad se distorsiona, las mentiras se venden y los discursos de odio se hacen populares.
En el corazón de Wicked, encontramos a Elphaba, la bruja verde, quien representa a aquellos que se rebelan contra el statu quo, los que cuestionan el sistema y hablan en voz alta cuando nadie quiere escuchar. Elphaba es la outsider, el "enemigo" fabricado por el sistema, la figura incómoda que desafía el poder y es castigada por ello. Su lucha por la justicia y la igualdad, la convierten en una amenaza para el orden establecido. Elphaba es estigmatizada, etiquetada como peligrosa, y sometida a una campaña de desinformación y odio.
El Mago, el líder carismático de Oz, es la figura central en esta campaña de deshumanización. Un hombre que entiende que "la gente cree lo que quiere", como bien dice en un momento clave. Esta frase podría ser un eco de las tácticas de manipulación de líderes populistas como Donald Trump, que supieron utilizar las redes sociales, la desinformación y la repetición de mentiras para moldear la realidad a su antojo. El Mago, al igual que estos líderes, se alimenta del miedo, crea enemigos ficticios y maneja la narrativa de manera estratégica para consolidar su poder, mientras hace todo lo posible por deslegitimar a aquellos que se oponen a él.
La dinámica entre Elphaba y Glinda refleja un choque profundo entre la autenticidad del activismo y el pragmatismo del poder. Glinda, por otro lado, comienza siendo la figura perfecta del liderazgo vacío, cuya popularidad se debe a su carisma y apariencia, no a sus ideas ni a sus principios. En un sistema político donde el "glamour" y la imagen pesan más que el contenido real, personajes como Glinda —y, en muchos casos, los políticos como José Antonio Kast en Chile, Javier Milei en Argentina o figuras del entorno de Trump— son celebrados no por sus propuestas ni su pensamiento, sino por su capacidad para mantener una fachada atractiva.
Elphaba y Glinda, a lo largo de la película, recorren un camino de aprendizaje mutuo. Glinda comienza como una joven superficial, obsesionada con la popularidad y la aceptación, sin darse cuenta de que su verdadera magia radica en su influencia sobre los demás. A lo largo de su viaje, descubre que puede usar esa influencia para promover las ideas animalistas de Elphaba. Este proceso de aprendizaje subraya un punto importante en la política actual: las ideas progresistas no son necesariamente menos efectivas cuando las dice alguien aparentemente superficial, pero para que esas ideas tengan impacto, deben estar alineadas con la estrategia, el carisma y la capacidad de llegar al corazón de las masas. A veces, las buenas intenciones no son suficientes y se necesita algo más para atravesar las murallas del poder y la desinformación.
La relación entre Elphaba y Glinda también pone de manifiesto el poder de la amistad como un motor de cambio. Elphaba, a pesar de ser rechazada, mantiene su integridad y nunca deja de luchar por lo que considera justo, guiada por un empoderamiento inculcado por Glinda. Glinda, por su parte, evoluciona, aprende de Elphaba y se da cuenta de que la verdadera magia no está en ser adorada, sino en ser capaz de tomar las riendas del poder para hacer el bien, incluso cuando eso implique desafiar el sistema. De este modo, ambas representan dos caras de una misma moneda: la lucha por la justicia necesita tanto de los rebeldes como de quienes tienen el poder de generar cambios desde dentro, aunque, como en el caso de Glinda, el poder de las apariencias puede ser un vehículo para algo mucho más grande.
La película también ofrece una reflexión sobre la xenofobia y la segregación, temas que siguen siendo dolorosamente relevantes. En Oz, los "animales" son vistos como una amenaza y están oprimidos, silenciados, y perseguidos, una representación alegórica de las minorías deshumanizadas por sistemas políticos autoritarios. En Estados Unidos y Chile, los migrantes, los pueblos indígenas y otras comunidades marginadas han sido objeto de discursos que promueven el miedo y la desconfianza, similares a los mecanismos de control en Oz. Esta segmentación de la sociedad, basada en el miedo y la división, es una estrategia comúnmente utilizada por los líderes autoritarios para consolidar su poder.
La historia de Wicked no es solo un cuento sobre la amistad entre dos mujeres, sino también un comentario profundo sobre cómo los regímenes totalitarios fabrican enemigos y manipulan a las masas a través de la propaganda y el miedo. Trump, con su constante retórica anti-inmigrante, y Kast, con su discurso de "orden" y "seguridad", emulan al Mago y a Madame Morrible, quienes diseñan campañas de odio y desinformación para proteger sus propios intereses.
Wicked: For Good nos deja una lección amarga, pero necesaria: mientras sigamos siendo un público que prefiere la comodidad de las apariencias a la incomodidad de la verdad, siempre habrá un Mago dispuesto a reescribirla para su beneficio. Es un recordatorio de que la lucha por un mundo mejor no solo depende de las intenciones puras, sino también de la capacidad de traducir esas ideas en algo que pueda penetrar el muro de la propaganda, un desafío eterno para quienes buscamos una política más justa y humana.
Esta entrega se trata de un cuento verde sobre tiempos naranjos. Un recordatorio de que la magia existe, pero la manipulación también. Y que, mientras haya público dispuesto a creer cualquier cosa, la verdad siempre tendrá que cantar (y volar) más fuerte.