¿Se puede derrotar al terror y a las fake news sin ensuciarse en el intento?
Por Rodrigo Vergara Rojas
El pasado 3 de noviembre, en Turno AM, el analista político y youtuber Ary Rodríguez hizo una interesante provocación. Tomando como referencia la campaña de Lula cuando compitió contra Bolsonaro en las últimas presidenciales brasileñas, Ary señaló que, para poder derrotar la campaña de terror y fake news que propone la ultraderecha, a la izquierda no le iba a quedar otra opción que entrar al lodo y responder con terror y fake news.
La encerrona maletera de Camila Flores a Rodrigo Rettig en “Sin Filtros” parece ser una muestra de ello. No se discute lo miserable y de mala clase de la actitud de la diputada al buscar descalificar al abogado liberal por su accidentada trayectoria escolar. Esto tocó una fibra muy sensible de Rettig, quien, de manera muy comprensible, reaccionó de forma emocional, y terminó dejando el set. Me queda la sensación de que Rettig fue muy cándido en esta ocasión, y actuó como un esgrimista, vestido como esgrimista, y armado con un florete de esgrimista, metido en una pelea a cuchillazo limpio en La Legua.
Es bien sabido que “Sin Filtros”, o el “Show de Goles para políticos”, no es una plataforma de discusión de ideas, sino más bien un duelo de “barras bravas” donde se busca aplastar al rival con argumentos o recursos mediáticos espurios, donde los dados están notoriamente cargados hacia la ultraderecha, y los valientes (o incautos) panelistas de izquierda ingresan a un “callejón oscuro”. Si eres de izquierda y quieres ir allá, tienes que saber que eres visitante, que vas jugar contra Bolivia a 4000 metros de altura, y que el rival tiene la cancha inclinada a su favor y a los árbitros comprados. Aun así, gente como Alberto Mayol, Darío Quiroga, Valeria Cárcamo y el propio Rettig han sabido dar la pelea y anotarse sus buenos triunfos en ese inhóspito escenario.
Si vas a una competencia donde tu rival se pasa por buena parte el fair play, apela al terror, a fake news y a la manipulación emocional a todo lo que da y de manera impune, ¿sigues “jugando limpio”, o te metes al ring de barro y respondes con campaña sucia? La ultraderecha ha demostrado pericia en la aplicación de los 11 principios de la propaganda de Goebbels, y las IAs potencian eso hasta el infinito. Educar a la gente para que aprenda a defenderse de estas manipulaciones es una tarea ardua, azarosa y de largo plazo. La tentación de entrar al barro y jugar sucio es grande, y parece prometedora a corto plazo. Si el enemigo va a la guerra con ametralladoras, tú no puedes ir con palos y piedras. Sin embargo, esto a largo plazo resulta dañino para la convivencia democrática, pues rebaja el nivel del debate y transforma la política en una competencia entre manipuladores maquiavélicos donde gana el más efectivo.
Existen precedentes de que se puede derrotar la guerra sucia sin venderle el alma al diablo. En Chile quedó marcado el recuerdo del plebiscito de 1988, cuando una campaña constructiva y asertiva propaganda del “No” derrotó a la película de terror de bajo presupuesto que propuso el “Si”. Otro caso notable es el reciente triunfo de Zohran Mamdani en Nueva York, que respondió el matonaje de Donald Trump con empatía y propuestas. Quizás haya que apostar a que sobregirarse con la toxicidad emocional hace que estos recursos espurios tarde o temprano terminen agotando y pierdan su efectividad, y la opinión pública quede disponible a escuchar otras propuestas. Estoy convencido que la trampa puede ser efectiva a corto plazo, pero ser decente es mejor negocio a largo plazo.