¿Quién mató a Piñera?
¿Fue Evelyn Matthei, que no solo fracasó en heredar su electorado, sino que terminó certificando que el “piñerismo” ya no daba para ganar? ¿Kast, que construyó su liderazgo precisamente desde la demolición del legado de Piñera? ¿O el estallido social que dejó instalada la sensación de que el país necesitaba una derecha más derecha?
Cuando un ex presidente no se retira lentamente de la vida pública, sino que su vida es arrebatada de golpe en un accidente, la política no alcanza a despedirse y queda un vacío raro, suspendido, que nadie estaba preparado para llenar. Así dejó Sebastián Piñera a la derecha: primero la noticia del helicóptero que cae en un lago y después la sensación de que se iba alguien que en cualquier momento podía volver a aparecer en escena.
Ese vacío pronto empezó a tomar otra forma. Lo que quedó fue su fantasma político, una figura que por años ordenó y unió a la derecha y que siguió presente después de su muerte, ofreciendo un punto de referencia. Durante un tiempo esa presencia alcanzó para mantener cierto orden interno, pero fue perdiendo fuerza y forma, hasta que en estas últimas elecciones se desvaneció por completo.
La heredera de Chile Vamos, Evelyn Matthei, solo logró canalizar un 13% de las preferencias a su favor, quedando detrás de otros 4 candidatos, siendo 2 de ellos de derecha. Evópoli, uno de los partidos fundadores de la coalición, la promesa de una derecha moderna y el supuesto continuador del “piñerismo”, no logró el mínimo de votación nacional para mantener su subsistencia legal y ahora le ruega al Tricel para no desaparecer. “Hoy Chile enfrenta una disyuntiva crucial respecto de su futuro… llamamos a respaldar en segunda vuelta a José Antonio Kast”, señaló la directiva en el mismo comunicado donde lamentó los resultados.
El mismo Kast que hace un par de años aprovechó cada oportunidad que tuvo para pegarle al ex líder de Chile Vamos. “Nos encontramos con un gobierno que ya no gobierna, sino que administra, y administra mal”, dijo a La Tercera. “Los gobiernos de Sebastián Piñera no han sido gobiernos de derecha”, dijo a Radio Bío-Bío. “Gracias ministro Jaime Mañalich, lamento que el Presidente de Chile no haya estado a la altura de su sacrificio y entrega”, escribió en Twitter. Porque, al final, toda la figura política de Kast se sostiene en una promesa tan simple como insistente: yo lo habría hecho mejor. Y hoy Chile Vamos, y la propia familia Piñera, terminan alineados detrás de él, movidos por ese viejo instinto anticomunista que Chile no ha conseguido sacarse de encima en más de un siglo.
Kast fue separando a la derecha de a poco. Cuando dejó la UDI y levantó el Partido Republicano abrió una grieta que muchos creyeron irrelevante pero, con el tiempo, esa grieta se convirtió en un eje. Mientras Chile Vamos intentaba sostener el legado piñerista, Kast iba reordenando el campo a su manera: conquistando a los desencantados, tentando a los nostálgicos, empujando el debate hacia su territorio. No necesitó arrebatarle la derecha a nadie ni tomarla por asalto. Le bastó con empujar el cerco ideológico un centímetro a la vez, con una paciencia casi quirúrgica, hasta que, cuando la derecha quiso darse cuenta, ya marchaba entera en su dirección.
El piñerismo ya venía herido desde 2019. El estallido social convirtió a Piñera en la cara de todo lo que se quería impugnar: desigualdad, abuso, élite desconectada. Su figura quedó asociada a la represión, a los estados de emergencia, a la frase “estamos en guerra”. Matthei llegó después, tratando de pararse sobre ese recuerdo, pero lo que había sido tormenta y tornado, ahora era un volcán apagado que movía a muy pocos.
Entonces, ¿quién mató a Piñera?, ¿fue Evelyn Matthei, que no solo fracasó en heredar su electorado, sino que terminó certificando que el “piñerismo” ya no daba para ganar? ¿Kast, que construyó su liderazgo precisamente desde la demolición del legado de Piñera?, ¿O el estallido social que dejó instalada la sensación de que el país necesitaba una derecha más derecha? Lo cierto es que a su fantasma político lo mataron entre varios, algunos sin querer y otros con bastante entusiasmo. Queda ver si, con cómo va la inteligencia artificial, algún día intentan revivir al piñerismo de nuevo.