¿Qué es lo más preocupante de un eventual gobierno de Kast?

Columna de Richard Sandoval: "Chile no merece retroceder en derechos. Los derechos humanos están presentes en cada segundo de nuestras vidas, y el gobierno que venga los debe respetar y valorar con la relevancia que ha costado décadas instalar. Los derechos humanos equivalen a la vida misma de las personas. Ni más ni menos".

02-12-2025

¿Qué es lo más preocupante de un eventual gobierno de Kast? ¿Qué es lo que debe despertar las alarmas, más allá de lo que el candidato afirme —que no está en riesgo la PGU, que no se tocan los años por servicio— o de lo que no dice —no habla de derechos humanos, aunque sabemos que visitó a Krassnoff, el máximo criminal viviente de Chile, diciendo que le cree a él más que a lo acreditado por la Justicia—? 


Más allá del juego de cartas que es una campaña electoral, lo que despierta una semilla de advertencias en lo profundo de nuestras conciencias es la legítima duda respecto al respeto de las formas y los fondos del más genuino sentido de la democracia liberal.


Nos preguntamos qué tan verdaderamente democrático será un eventual gobierno de Kast y, por lo tanto, cuánto de los derechos humanos y sociales están en riesgo de ser avasallados por una forma de hacer política que donde ha estado ha, como dijo su ex contendora Evelyn Matthei, avasallado a quienes no se ponen detrás de lo dictado por el líder.


Aunque muchas veces nos cueste verlo, por las sucesivas fallas de un Estado imperfecto, Chile funciona mayoritariamente con formas democráticas en las que más o menos todos nos amparamos para vivir el día a día. Son formas que nos permiten actuar políticamente en libertad, trabajar con posiciones sin miedo a ser echados, opinar sin represalias en plataformas y medios digitales, elegir formas de llevar adelante la vida privada, etcétera.


Para todo esto, confiamos en un Estado que respeta las autonomías, se apega -debe apegarse- a la Ley y garantiza una serie de derechos sobre los cuales desarrollamos y proyectamos nuestros planes de vida. Es ahí, más allá de lo que no explícita en su programa de gobierno, donde aparece la legítima preocupación por lo que se vendría con Kast. Porque sabemos quién es y quiénes son sus socios más estrechos.


Desconfiamos de Kast en primer lugar porque se escabulle de un tema que debiese ser central como carta de presentación de cualquier proyecto que busca dirigir un país: los derechos humanos. No puede ser que en este eje central de la humanidad tu respuesta sea que no se van a meter en eso porque las urgencias son otras. Por favor, cualquier urgencia, de seguridad, de delincuencia, de migración, de infraestructura, de lo que se te ocurra, no puede partir sino de una definición que considere en qué vereda estarás a la hora de respetar las normas escritas y desarrolladas para impedir los atropellos arbitrarios de las vidas y dignidades de cada componente de la sociedad.


¿Qué debemos esperar? ¿Qué sea lo que el señor (José Antonio) quiera? ¿Pide el voto para terminar con la delincuencia y la migración y hay que dárselo sin argumentos fundamentales a cambio? Porque no alcanza el método básico de la antidelincuencia como respuesta, las cárceles, las zanjas, las balas y lo que sea. El país merece saber qué implicaría para la sociedad en su conjunto la operación excepcional del Estado contra el crimen organizado.


¿Hasta qué punto la excusa de esta guerra cortará los derechos nuestros en cuanto a libertad de movilización, libertad de protesta y expresión de descontento? ¿Hasta qué punto se debe confiar en que la buena voluntad de un amigo de Krassnoff -de quien se compadece y a quién sin duda podría indultar- no pondrá en riesgo la integridad de civiles inocentes en medio de la guerra contra el crimen? ¿O deberemos asumir la afectación de la vida como un costo hundido, tal como se justifican las masacres en las favelas de Brasil?


No podemos olvidar que los derechos humanos son algo mucho amplio de lo que la ultraderecha nos trata de hacer creer cuando los reduce a un tema de nicho que no se debe abordar porque puede causar polémica; son un edificio integral que sustenta la manera de vivir en la sociedad moderna, van desde el resguardo de nuestros cuerpos, pasando por el acceso a la educación, la igualdad más allá de tu origen y raza, llegando a la dignidad de las personas que atraviesan la vida adulta. 


Basta echar una repasada por la declaración universal de los derechos humanos en la web de Naciones Unidas: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles. Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Nadie podrá ser arbitrariamente detenido. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país”. 


Seguimos: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Al menos un par de estas afirmaciones no están garantizadas por las trayectorias, afirmaciones, estilo y silencios del candidato Kast. 


Chile no merece retroceder en derechos. Los derechos humanos están presentes en cada segundo de nuestras vidas, y el gobierno que venga los debe respetar y valorar con la relevancia que ha costado décadas instalar, de la misma forma que debe garantizar la memoria a través del financiamiento de los sitios y la continuidad del Plan Nacional de Búsqueda de detenidos desaparecidos en la dictadura de Pinochet. Los derechos humanos equivalen a la vida misma de las personas. Ni más ni menos. Recordar lo que pasó y lo que no se ha reparado es la diferencia entre que un agente del Estado, o el Estado mismo a través de sus omisiones, te quite la vida o no, te torture o no, te silencie o no.


¿Cómo va a garantizar los derechos humanos un candidato que promete recortar seis mil millones de dólares en el gasto del Estado en un puñado de meses? ¿Sabías que seis mil millones de dólares equivalen a más de cien teletones? ¿Qué programas sociales van a recortar? ¿Se les va a ocurrir en el momento? ¿Dónde quedarán los derechos de millones de pobres y personas de clase media que no viven sin la ayuda del Estado en los más transversales tipos de servicios?


No sirve la exclusividad del arquetipo del padre autoritario que pone orden a toda costa, como el valor supremo que invalida todos los demás. La seguridad es fundamental, de hecho el tercer artículo de la declaración de DD.HH. señala el derecho a la “seguridad de las personas”; de hecho, sin seguridad es que los funerales narcos dejan a niños sin clases en las grandes ciudades. Pero no puede ser lo único que importa. Los derechos humanos son una construcción histórica que viene por lo menos desde el siglo dieciocho. Debimos pasar por las peores masacres y barbaries para que se instalaran como valores necesarios y deseables. No pueden quedar todos debajo de la alfombra del nuevo sheriff. No se puede concebir la seguridad desvistiendo a todos los santos. 


Retroceder en derechos es retroceder en el valor de la vida. Lo más preocupante de un eventual gobierno de Kast es que, con el fin de cumplir su propósito acotado de gobierno, puede provocar daños severos en la estructura fundamental de un país que, con pros y contras, es una democracia construida con sacrificios de todos. Lo que no se ve en la niebla discursiva que provoca la reyerta electoral es el tamaño del retroceso civilizatorio que podría implicar el arrasar con un Estado despreciado con cizaña.

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