Por favor, dejen de rotear

"Está bien llorar un resultado adverso. La frustración es humana, y más si tienes un compromiso político profundo y un trabajo social encomiable. Lo que no se ve nada bien es el insulto al que no vota como tú", escribe Richard Sandoval para Turno PM.

19-11-2025

Por Richard Sandoval


Es lamentable la costumbre en que se ha convertido el roteo de cierto progresismo cuando pierde una elección o no le va como esperaba. Y también es paradójico: el sector político que, por definición, más busca y dice representar al pueblo, no logra conectar con sus necesidades, intereses y contextos.


Obtiene una insuficiente votación, pero cuando llega la hora de preguntarse el porqué, en lugar de hacer un mea culpa, un análisis justo y acabado, buscar sus propias dificultades que le impiden interpretar al soberano pueblo, lo acusan y ridiculizan. El mismísimo pueblo por el que están llamados a existir, rebajado a sujetos de burla por no haber tenido la “sabiduría lógica” de elegirlos como redentores. 


Esta actitud, manifestada a través de innumerables memes usados para expresar entendibles rabias y frustraciones, no sólo es antidemocrática; es profundamente clasista y despectiva respecto a las capacidades intelectuales de un sector de la sociedad. 


Si hasta llamados al regreso del voto censitario hay que leer en las redes sociales. Que sólo debe votar gente apta para leer un programa de gobierno. Que nunca más voten los que no tienen los estudios suficientes para discernir a la altura. Al más puro estilo de un patrón de fundo de los años cincuenta, pero patrones alzando las banderas de supuestas inclusiones y rebeldías que en los hechos quedan absolutamente vacías. 


Está bien llorar un resultado adverso. La frustración es humana, y más si tienes un compromiso político profundo y un trabajo social encomiable. Lo que no se ve nada bien es el insulto al que no vota como tú. Pero el roteo electoral ni siquiera es eso. Es un menosprecio por la toma de decisiones de “los pobres”. Asoma un autoritarismo asombroso: el voto coercitivo, la voluntad sometida. No importa que la izquierda lo haga bien o mal. No importa si lo que se propone está o no en línea con las necesidades particulares de un grupo específico. Porque “los pobres” no tienen derecho a pensar ni a decidir, sólo tienen la obligación de ponerse detrás de siglas e identidades. Los ricos, los ilustrados son los que piensan. “Los pobres” ni siquiera pueden juzgar si una política pública es buena o es mala. Precisamente porque son “pobres”. Tienen que aceptar, obedecer y callar.


El festival del desprecio echa al mismo saco a casi tres millones de electores que votaron por Parisi. Se trataría de gente tonta, burda e inmoral. Gente de aires rurales y gustos excéntricos, masa desacoplada de los tiempos y sintonías temáticas de San Miguel y Ñuñoa. Gente inferior, básicamente. Para qué decir los epítetos hacia quienes, sin tener capital económico ni cultural suficiente, osaron votar por la derecha. Algo que no les correspondería. 


La culpa es de toda la horda de inconscientes, jamás de la posible precariedad de una oferta política propia o la escasa vinculación lograda con las nuevas formas culturales de los bloques socioeconómicos emergentes. 


Quedan cuatro semanas de campaña electoral, una campaña en la que ha destacado la toxicidad transversal, cualidad propia de la era de las redes sociales. Es de esperar que, entre llamados desesperados destinados a recoger votos de quienes hasta hace días fueron sindicados como indignos rivales, prime el respeto hacia los electores, que más que un voto más o menos en un conteo del Servel, son personas que valen por sí mismas, con derechos plenos ganados luego de siglos de acumulación civilizatoria. No importa si son ricos o clasemedieros calificados para votar a conciencia o “pobres incapaces”, limitados en sus deliberaciones por sus condiciones de educación y de clase. Por favor, dejen de rotear. Más aún si lo que quieren es volver a ganar ahí, entre los que optaron por otro.


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