La verdad de José Carlos Meza es la verdad de Kast
Columna de Richard Sandoval: "El espíritu de José Carlos es el espíritu de los republicanos. No es menor que se trata ni más ni menos que del vicepresidente de la tienda. Es lo que verdaderamente son y callan por conveniencia electoral. Pero la política de los obtusos colinda con la de los ridículos, y el país lo está notando".
La verdad de José Carlos Meza —el diputado y vicepresidente del partido republicano que no quiere más ley de 40 horas porque te pueden asaltar si sales al parque en tu hora extra, el que está dispuesto a enviar a sus casas a violadores de niños con tal de liberar a los criminales de la dictadura— es la verdad de José Antonio Kast, porque es la revelación auténtica del espíritu ideológico de la colectividad con más chances de dirigir el próximo gobierno.
Por ello su aparición pública se ha convertido en el mayor mazazo para una campaña presidencial que basada en el silencio y la negación de su propia identidad ha tratado de hacer creer a los chilenos que elegir a Kast es elegir a un “gobernante de emergencia”, un ser puro sin ideología ni ejes centrales de pensamiento político y doctrinario, que solo te va a solucionar dos cosas: seguridad y migración. Nada más.
Hasta que apareció José Carlos, sin que nadie lo esperara, como una anagnórisis en una tragedia griega, a develar la verdad, la verdad de su partido escondida en el corazón de un caballo de Troya. Apareció aguando la fiesta de un proyecto político que pretende llegar a La Moneda sin jamás ser escrutado, solamente aplaudido como redentor, pidiendo que termine el juego porque se acabó el tiempo, como hizo Kast en el debate radial, usando todas las mañas posibles para no responder por sus propias convicciones puestas sobre la mesa desde hace décadas.
Lo de Meza no tiene nombre. No hay que ahondar demasiado. Un violador de niños fuera de la cárcel es un peligro inminente para quienes ya fueron objeto de su abuso y para la sociedad completa que se lo puede topar. Por muy “viejito” y por muy enfermo que esté. Pero lo clave aquí es observar la conveniente incapacidad del honorable de hacer “distinciones”. Lo clave es mirar el fondo, qué indica sobre el sector que se prepara para gobernar los dichos de la polémica.
Meza sabe que si hace solo una distinción —violadores de niños, por ejemplo— se cae la excusa humanitaria que les permitiría mandar a los criminales de Punta Peuco para la casa. Sabe que, según ha estimado la justicia internacional de más alto nivel, los criminales de lesa humanidad representan tanto mal para los países, que no pueden ser incluidos en este tipo de políticas. Sabe que Krassnoff y compañía son precisamente la excepcionalidad a estas conmutaciones de pena humanitarias.
Meza, en el fondo, debe entender que se debe hacer excepciones con los salvajes cuando se legisla al respecto. Es imposible que no lo sepa un adulto con mínimo discernimiento. Pero porfía para meter incluso a los violadores de niños en el mismo saco de supuesta humanidad que los de Punta Peuco. Porque o liberamos a todos, piensa, o la idea legislativa que levanta la derecha no tiene sentido.
Es que la idea que los mueve desde el corazón es liberar a Krassnoff y compañía. No se les pueden quedar los de Punta Peuco abajo, aunque para ello haya que soltar a abusadores de menores, a todos los malos entre los malos. Esa es la lógica de lo que ha dicho Meza. Por eso no pueden hacer excepciones y se ven como bárbaros. Arriesgan la seguridad de un país —con la excusa de compadecerse de violadores con enfermedad terminal— con tal de liberar a los perpetradores de Pinochet.
Lo peor es que Kast, al ser consultado, dio una respuesta otra vez lamentable, usando a la perfección el guión de la evasión, que ante su evidencia ya se vuelve un tanto patético. No entró al fondo del asunto consultado, devolvió la pelota recordando el caso Monsalve —a estas alturas una monserga—, afirmó que su gobierno será de emergencia —una definición de majadería—, y dejó el detalle sobre quiénes serían excarcelados a la ley que está en el congreso.
O sea, lo que piensa la persona que quiere gobernar al país se lo guarda para su conciencia. ¿Supimos algo de su posición real frente al tema esta semana? ¿Les indicará una postura a sus parlamentarios a futuro? ¿ Quedará a la merced de los diputados y senadores que respaldan su eventual gobierno? ¿Merecemos un gobernante así? Kast está demostrando con este evento político que no está a la altura de la máxima magistratura del país.
Volviendo al diputado Meza, sus dichos evidencian el pensamiento de un sector político que ofrece un nítido retroceso en cuanto a mínimos civilizatorios y democráticos. Un sector político que es capaz de desatender el sentido común en virtud de defender posiciones dogmáticas.
En su segunda polémica, José Carlos Meza dijo en conversación con Estado Nacional: "Qué saco yo con decirle a la gente 'mire, usted tiene una jornada de 40 Horas, se va a ir más temprano a la casa'. ¿A qué? A encerrarse, si nadie puede salir con los hijos ni a la plaza de la esquina". ¿Será necesario responderle? No solo ofende a las personas y sus libertades individuales, autonomías y juicios respecto al uso del tiempo. También desconoce el avance de la historia. Bajo su lógica, podríamos comentar que mejor suspendamos el derecho a vacaciones porque me pueden asaltar en el terminal de buses, mejor no me dé el aguinaldo porque me lo pueden robar en la micro. Tonteras.
Es la ridiculez de justificar todo de manera torcida para negar lo que no les gusta aunque ya esté instalado como derecho social y política pública implementada. Así, retrocediendo en los avances sustanciales de los trabajadores, no se puede gobernar con vocación de mayorías. Estás destinado a ser un gobierno de sectas, lo que hace un daño profundo a los países.
Pero otra vez lo peor es la respuesta de Kast frente al tema. Se restringió a decir "solo le podría decir que vea cómo la votamos, en contra", cuando le preguntaron si revisaría la medida de las 40 horas. Es una respuesta insuficiente. La evasión no basta para dirigir un país, es el método de los que esconden algo. Un jefe de Estado debe ser capaz de dar la cara por sus posiciones y decisiones, explicando con claridad a la ciudadanía entera el razonamiento de decisiones políticas que afectan el día a día de una familia. No nos puede tener infiriendo la verdad de sus intentos de respuestas frente a un área tan sensible como la laboral. El pueblo no puede andar con tirabuzones ante sus representantes.
El espíritu de José Carlos es el espíritu de los republicanos. No es menor que se trata ni más ni menos que del vicepresidente de la tienda. Es lo que verdaderamente son y callan por conveniencia electoral. Pero la política de los obtusos colinda con la de los ridículos, y el país lo está notando.
Lo de Meza es lamentable para la campaña de Kast. Pero es bueno para la democracia. Es bueno saber lo que esconden detrás del velo colorido de la búsqueda de votos quienes, cuando han tenido el poder, como republicanos en la convención constitucional, dividieron el país entre chilenos bien y mal nacidos, donde los buenos eran los que decían que sí a su fundamentalismo conservador no negociable, y los mal nacidos los que se atrevieron a levantar la voz usando el derecho a la discrepancia.
Kast, tarde o temprano, tiene que responder con claridad sobre temas fundamentales. Puede que lo haga o no en el debate Anatel, pero más allá de que lo responda ahora, quedará en la historia que dejó pasar una semana pateando la pelota al córner.
Lo que dijo Meza, en cuanto a liberación de criminales y violadores, es lo que queda instalado en la opinión pública; mientras el líder del partido y el sector completo que representa en la presidencial, no es capaz de refutar. Explicar a tus votantes no es “caer en el juego de Jara”, como arguyó Kast este domingo, es tener un mínimo de responsabilidad política y democrática. Es un gesto de decencia con quienes quieres tener al mando.
Por Richard Sandoval.