La nueva batalla cultural

"Kast tal vez ya no hable sobre las tres causales o dé su opinión sobre los condenados de Punta Peuco (...) Pero eso no implica que haya abandonado la batalla cultural que han librado con éxito otros líderes de la ultraderecha mundial", escribe Felipe González en Turno PM.

26-09-2025

Por Felipe González, periodista.


Para el historiador italiano Steven Forni, si se llama fascismo a cualquier líder o movimiento autoritario, nacionalista o conservador, esta etiqueta no sólo se convierte en un fantasma que, de vez en cuando asoma la cabeza, sino que además se banaliza.


Kast no es fascista. Es un político que lidera un proyecto ultraconservador que tiene algunas similitudes con otras figuras de la ultraderecha mundial, como Trump, Milei, Orban o el hoy condenado Jair Bolsonaro. Aunque hay admiraciones confesas del chileno hacia ellos, su espíritu iliberal, siguiendo a Carlos Peña, difiere del de algunos de estos.


Si queremos entender el proyecto de Kast, y, tal vez más importante, su cruzada en la llamada batalla cultural, hay que entenderlo en el contexto chileno. Cualquier imposición de etiqueta anacrónica podría nublar este ejercicio.


Kast supo leer las urgencias que rigieron la primera parte de esta elección: seguridad y crecimiento económico. Ha dicho que su gobierno será “de emergencia” para tratar, con mayor énfasis, estos dos temas.


Algunos columnistas han visto en esta reducción temática una transacción que el candidato habría hecho con su papel en la batalla cultural. Pero, sus propuestas, aunque él ya no hable de los llamados aspectos valóricos, como el matrimonio igualitario, o sobre la dictadura, traslucen ideas que apuntan a modificar la vida en sociedad y el sentido común.


Parte de la batalla cultural de la ultraderecha mundial pasa por cambiar el papel que tienen los contribuyentes ante el Estado y con su propia consciencia de que son, en efecto, contribuyentes (“Los impuestos son un robo”, dice Milei). Varios de los líderes mencionados antes han asumido una cruzada anti impuestos a la que José Antonio Kast ha querido sumarse. Pero este ítem ha sido tanto en la presidencial del 2021 como en esta, su punto más débil, pero no menos importante para la batalla cultural.


Veamos. En su programa, Kast propone bajar la tasa de impuesto corporativo del 27% actual a un 23% (en 2021 después de proponer bajarlos hasta el 17% tuvo que desdecirse en segunda vuelta y afirmar que sólo era posible llegar al 25%); eliminar el impuesto a las ganancias del capital en la venta de acciones de baja presencia bursátil, que es un avance en equidad tributaria que se instauró el 2020; y llegar a la plena integración tributaria. Esto último, de acuerdo a economistas, abre la puerta a múltiples mecanismos de evasión.


Además, propone la eliminación de las contribuciones para la primera vivienda, lo que afectaría al 60% de lo que recauda el Fondo Común Municipal que es financiado en gran medida por Vitacura, Las Condes, Lo Barnechea y Providencia, en un impuesto que tiene una veta esencialmente solidaria. Sus equipos aún no dicen cómo no afectarían con esto la recaudación municipal.


A esto se suma un ajuste fiscal de USD 6.000 millones en los primeros 18 meses de gobierno. Propuesta que rima con la motosierra y que busca encontrar eco en la indignación ciudadana. De parte del equipo de Kast aún no han dicho qué cortarían para llegar a ese ajuste, que otros economistas de derecha, como Ignacio Briones, han catalogado de “humo”.


Esta ola anti tributos ha dado resultados en la batalla cultural de líderes de la ultraderecha antes, pero Kast no ha podido adecuarla con éxito al panorama chileno.


Habrá que ver si ahora, que comenzaron los debates televisivos, que el candidato tiene que enfrentarse a interpelaciones de sus pares y que la seguridad ya está dejando de ser el único tema relevante, si es que el republicano puede hacer cuajar estas ideas rupturistas en un país tan institucional y asiduo al orden como Chile, como lo muestran diversas encuestas.


Es relevante notar que desde que Kast ha tenido que dejar de hablar sólo de seguridad ha tenido una baja gradual en las encuestas.


Kast tal vez ya no hable sobre las tres causales o dé su opinión sobre los condenados de Punta Peuco. Probablemente vio que eso no rinde electoralmente y que no es necesario decirlo tampoco. Pero eso no implica que haya abandonado la batalla cultural que han librado con éxito otros líderes de la ultraderecha mundial.

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