La Fuente: El cine de los años que vienen

Columna de Julio Olivares: "La Fuente es un pensamiento con la densidad intelectual de un meme. Un posteo enojado en Facebook. Una rabieta contra lo que no les gusta, no entienden y se rehúsan a entender. Un ejercicio de propaganda. Una reafirmación para el ciudadano que ansiaba ver en pantalla grande lo mismo que lleva años escuchando en Sin Filtros y Agricultura. Un reflejo del cine de los años que vienen".

05-12-2025


De seguro has escuchado o leído hasta el cansancio la idea generalizada en ciertos sectores de que todas las películas chilenas se tratan de la dictadura o, peor, que son instrumentos de una izquierda sesgada, dueña del “relato oficial”. La fuente, el filme de Daniel Vivanco recientemente estrenado en salas, se plantea como el antídoto ante esa situación.


Al menos eso ha dicho el propio director, en un discurso falaz, pero que sabe encontrar eco en su audiencia: “En Chile todas las películas son de la dictadura. Pero si te dijera que hay solo una que va en contra de todo eso. Y no quieren que la veas”.


Protagonizada por Luis Gnecco en el papel de Luca Barella (una representación ficticia del dueño de La Fuente Alemana, Carlo Siri), la cinta muestra cómo la sanguchería ubicada en el epicentro del estallido social es amenazada por hordas furiosas de manifestantes y como Barella, presionado por las circunstancias y sin dar su brazo a torcer, se transforma en un símbolo de la lucha contra “los violentistas”.


En ese sentido, La fuente es transparente. Desde el inicio se plantea como un producto “del otro lado”, una producción ideológicamente de derecha que tiene una visión sumamente crítica del estallido y que reivindica al individuo que plantó resistencia a los protestantes. El problema es que es un desastre absoluto.


La película de Vivanco transcurre en un mundo paralelo donde la fuerza del estallido solo fue creciendo con el tiempo, no disminuyó en más de un año y solo él —el hombre sabio, “que la ve”— está reporteando, con su celular, lo que realmente pasa en las calles de Santiago (o en la calle de Santiago que importa para estos fines).


La fuente se ubica en el epicentro de las protestas, pero se rehúsa a tener cualquier ánimo reflexivo sobre ellas. Es una trama simple de un hombre bueno y justo enfrentado con masas enajenadas, radicalizadas, violentistas y destructivas, donde los manifestantes están desprovistos de cualquier idea política o ánimo reivindicatorio y la protesta no significó nada, solo caos.


Aquí no hay referencias a las críticas a los 30 años, ni a las exigencias por mejores pensiones, salud digna o el fin de las zonas de sacrificios. En esta caricaturesca interpretación del octubre de 2019 todo eso fue borrado del relato, y lo único para lo que hay espacio es la violencia.


Así, la película busca construir la épica del samurai que se pone al frente de los suyos para defender su villa del saqueo. La epopeya del individuo recto que se opone a un colectivo enajenado, injusto y radical. Es “la cordura del cielo” contra “la locura del hombre”. Es… una lata.


La fuente se las ingenia para presentar las 2 horas más reiterativas, aburridas y redundantes del cine nacional. Al menos una decena de veces presenta a Gnecco observando, celular en mano, detrás de las cortinas del local como masas vandálicas lanzan bombas molotov, piedras y huyen de las fuerzas policiales. Otras tantas recurre a imágenes de archivo para mostrar exactamente lo mismo.


Es una narración estancada una y otra vez en los mismos ejes, sin puntos de inflexión, sin generar tensión en ningún punto —algo increíble para una película que se planta precisamente sobre la confrontación del héroe con los vándalos—.


Entre subtramas que no van a ningún lado, secundarios mal dibujados y un Gnecco desprovisto de cualquier rango interpretativo, este despropósito solo se justifica por sus características panfletarias. El hecho es que si La fuente durara 40 veces menos (y ojalá así fuera), bien podría formar parte de la franja electoral de Johannes Kaiser.


¿Es eso un problema en sí mismo? No, el cine admite (y requiere) diversas visiones. Está muy bien que directores, guionistas y financistas de derecha busquen contar sus propios puntos de vista. El problema es la renuncia completa a cualquier ejercicio reflexivo que demuestra esa óptica. La cinta de Vivanco no quiere sentarse a pensar, sino a rabiar con aquellos que ven como enemigos y a los que nunca se dio el tiempo de escuchar o conocer un mínimo.


Es tal el ridículo del filme que plantea que los grupos violentistas están organizados por un sujeto (Roberto Farías) que les dice por un walkie-talkie a quién atacar o cuándo parar. ¿Por qué razón? Ninguna en particular. ¿Con qué objetivo? Da lo mismo. Hay un victimismo, una paranoia de base de la que nunca es capaz de escapar. La cosa es sentirse violentado por una amenaza externa colectiva y encerrarse a resistir por sus valores.


El estallido fue complejo, estuvo repleto de contradicciones y admite múltiples lecturas. Bienvenidas sean. Por eso mismo es tan insatisfactorio que, cuando por derecha aparece una visión alternativa, el resultado sea así de caricaturesco, destemplado e irreflexivo. Es la misma retórica que llevan años intentando instalar, la del “estallido delictual”.


Más que películas de derecha, lo que falta es que la derecha cultural se siente a pensar de una vez, que ponga sus ideas —y no solo sus paranoias— en juego. No por nada ese cine que tanto les disgusta, el de “la izquierda”, el de “la dictadura” les saca cancha, tiro y lado en esta área, en la discusión de idearios, en la propuesta de discusiones complejas.


En Argentina el cine se convirtió en uno de los tantos terrenos donde se disputa la batalla cultural. Para los afines a Milei, las películas que reciben alguna clase de apoyo estatal se descartan como basura de “la casta” y acudir a ver en salas cintas como Homo Argentum se tornó símbolo de aprobación al gobierno. Todo indica que La fuente busca algo similar, convertirse en la punta de lanza de la batalla cultural chilensis y congregar a las masas que hablan de “estallido delictual”.


No es casualidad que esta película tuviera su primera avant premiere 2 días antes del 18 de octubre y se estrene 10 días antes del balotaje.


Eso es La Fuente. Un pensamiento con la densidad intelectual de un meme. Un posteo enojado en Facebook. Una rabieta contra lo que no les gusta, no entienden y se rehúsan a entender. Un ejercicio de propaganda. Una reafirmación para el ciudadano que ansiaba ver en pantalla grande lo mismo que lleva años escuchando en Sin Filtros y Agricultura. Un reflejo del cine de los años que vienen.


/ por Julio Olivares.

Turno.Live