El regreso de la corbata: cuando la forma intenta reemplazar al fondo

"A algunos les importó más que el académico y abogado constitucionalista Jaime Bassa fuera a exponer al Congreso sin corbata que lo que efectivamente tenía que aportar. Alberto Mayol, manteniendo su discurso e ideas, ¿sería más escuchado y valorado si, en vez de su clásico look a lo Jim Morrison, se mostrara públicamente afeitado, con pelo corto y formalmente vestido?", se pregunta el columnista Rodrigo Vergara Rojas.

30-12-2025

Pucha, aunque les duela a la minoría, volverán a La Moneda la Primera Dama, las corbatas y la decencia”. El mensaje, publicado por un usuario en X, sintetiza una idea extendida en ciertos sectores: la corbata como emblema de formalidad y corrección. Durante su mandato, una de las críticas recurrentes a Gabriel Boric apuntó precisamente a sus looks informales y, en particular, a su negativa a usar corbata, convertida casi en un gesto identitario.


En ese punto, el presidente fue coherente hasta el final. Pese a las recriminaciones de los nostálgicos del protocolo, sostuvo una postura que operó como declaración de principios. Poco antes de asumir, explicó que la corbata tenía, a su juicio, dos significados. Uno meramente estético, que consideraba absurdo, y otro como símbolo de “disciplinamiento y homogeneización de parte de una élite muy cerrada y muy parecida entre sí”. Para el mandatario saliente, usarla implicaba “simbólicamente renunciar a la esencia”.


Los más viejos recordamos el mítico “Manual de Carreño”, un compendio de reglas de urbanidad y buenas costumbres escrito por un diplomático venezolano del siglo XIX. El espíritu detrás de este libro se resume en respeto y buena convivencia. En una entrevista a La Vanguardia, el neuropsicólogo español Álvaro Bilbao señaló: “Si a tus hijos les enseñas a ir bien aseados y a comer con la boca cerrada, pero no a tratar bien a los demás, estás enseñando modales, no educación”. Los modales cambian con la cultura (el acto de eructar es considerado “grosero” en algunas culturas y como manifestación legítima en otras). La educación, resumida en el viejo adagio de “tratar a los demás como te gustaría que te trataran” es la misma en todas partes. Dado esto, “enseñar buenos modales” a punta de maltrato no puede ser más contradictorio e hipócrita.


Cada cultura tiene su conjunto de modales, lo que incluye los códigos de vestimenta, los cuales son un factor a considerar para efectos de convivencia y comunicación. En el célebre libro “El Principito” se relata la historia del astrónomo turco que descubrió el asteroide B-612, que expuso su descubrimiento en una conferencia vestido con ropas típicas turcas, obteniendo una nula recepción, y que posteriormente expuso el mismo descubrimiento en otra conferencia, pero vestido con terno y corbata occidentales, logrando recién ahí concitar la atención de sus colegas.


En la sociedad chilena están muy internalizadas frases como “bien vestido, bien recibido” y "no hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión". Vestir de acuerdo con las reglas del protocolo es algo que te da credibilidad, independiente de tu preparación o calidad moral. A algunos les importó más que el académico y abogado constitucionalista Jaime Bassa fuera a exponer al Congreso sin corbata que lo que efectivamente tenía que aportar. Alberto Mayol, manteniendo su discurso e ideas, ¿sería más escuchado y valorado si, en vez de su clásico look a lo Jim Morrison, se mostrara públicamente afeitado, con pelo corto y formalmente vestido?


Hemos conocido cientos de casos de truhanes, tránsfugas y corruptos impecablemente vestidos y de gente decente, talentosa y valiosa vestida informalmente y hasta con tatuajes. Muchos de los que critican a Boric celebran a Donald Trump, Javier Milei y Jair Bolsonaro, cuyas actuaciones no se caracterizan precisamente por su apego al “Manual de Carreño”. Veo que se le da demasiada importancia a los “modales”, a las formas, pero poca atención al espíritu y al trasfondo. Parece interesar más que “se vea” decente y confiable a que efectivamente “sea” decente y confiable.


Por Rodrigo Vergara Rojas.

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