De #TeAmoPGU a #TeAmoGabrielBoric

Columna de Álvaro Ortiz: "Hay un punto en que esa forma de hacer política —vivir de deslegitimar al otro sin hacerse cargo de la propia oferta— termina pareciéndose al típico hincha de la selección chilena de fútbol, el que sentado frente al televisor se las sabe todas, putea al técnico, exige cambios y reparte culpas, pero cuando le tiras la pelota no sabe ni pararla. Con Kast pasa lo mismo elección tras elección".

11-12-2025


“Jara es la continuidad, yo soy el cambio”, “El presidente Boric lo ha hecho mal, yo lo haré mejor”, “Chile se cae a pedazos”, “Boric, gobierno de Boric, Boric, Monsalve, Boric”. Ese fue el ruido con el que José Antonio Kast ensordeció el debate Anatel, hasta lograr que sus amplias imprecisiones se perdieran en el bullicio que él mismo había levantado. Mientras tanto, Jeannette Jara, ansiosa por que el republicano respondiera algo que no fuera una crítica al gobierno, no consiguió ordenar la conversación y terminó contribuyendo a que ambos se atropellaran en sus intercambios.


El último debate Anatel fue una victoria para los sordos. La última parada antes de volver a las urnas se pareció más a una elección de directiva de curso escolar que a un cara a cara presidencial. Y eso, en buena medida, fue culpa de Kast. Pero si uno pone oído a lo que dice, bajo todas esas críticas, mientras más convierte a Boric en villano, más consigue mantener en suspenso sus grandes promesas, aquellas sobre las que aún persisten dudas muy concretas respecto de si pueden o deberían hacerse realidad.


En la práctica, Kast no combate a la máxima autoridad, sino que vive de él. Sin el presidente, su relato se queda sin suelo. Es la versión política de Batman y el Guasón: justifica su propia existencia con la del otro. Y en Anatel se notó cada vez que logró meter a su rival de 2021 en sus respuestas.


El debate partió con una pregunta simple, si renunciarían a sus partidos de llegar a La Moneda. Jara señaló que sí, que “la presidencia de Chile debe estar por sobre los partidos políticos”, mientras que Kast, en cambio, usó la consulta como excusa para repetir que el PC “ha sido parte del fracaso de este gobierno” y que su renuncia “no hace la diferencia”. Solo después de ese palo al gobierno dijo que también dejaría el Partido Republicano y que “no tiene ninguna relevancia ser o no ser militante”. La invitación era a hablar de sí mismo, pero Kast ya había decidido que todo se tratara del presidente.


Para explicar que en Chile hoy “no hay mérito”, Kast lanzó que “1.200 millones de personas mueren asesinadas al año”, una cifra más cercana al 15% de la población mundial que a cualquier registro chileno. El despropósito se transformó en el error más comentado de la noche y, cuando en conferencia de prensa admitió su lapsus, volvió a aferrarse a Boric para justificar su patinada: “Claramente es como cuando el presidente de la República dijo que yo tenía 20 mil millones de dólares escondidos en alguna parte (...) Pero usted sabe y la gente sabe que en Chile asesinan a una persona cada 8 horas". El problema es que sus números seguían mal. Según Fast Check, en el país asesinan a una persona cada 9,9 horas, pero quizás estaba muy preocupado de Boric en ese momento.


Incluso cuando el debate lo obliga a entrar al detalle, Kast vuelve a poner a Boric al centro y usa al gobierno como escudo para sus propias indefiniciones. En migración, ante la pregunta concreta de qué hará si los países no aceptan la reconducción, prefiere acusar al presidente de estar “bien lejos de la frontera norte” antes que describir un plan mínimamente aplicable. Más tarde, cuando Jara y luego Carolina Urrejola lo encaran por la idea de suspender las 40 horas para las pymes, cosa que está escrita en su programa oficial, intenta otra vez refugiarse en la seguridad y en el mal manejo de La Moneda, hasta que no le queda más que prometer que no tocará ni las 40 horas, ni la PGU, ni ningún derecho adquirido. Y yo pensaba que el candidato quería acabar el legado de Boric, pero al final parece que le tomó tanto cariño que hasta olvidó que el Partido Republicano votó en contra de ambos proyectos.


Hay un punto en que esa forma de hacer política —vivir de deslegitimar al otro sin hacerse cargo de la propia oferta— termina pareciéndose al típico hincha de la selección chilena de fútbol, el que sentado frente al televisor se las sabe todas, putea al técnico, exige cambios y reparte culpas, pero cuando le tiras la pelota no sabe ni pararla. Con Kast pasa lo mismo elección tras elección. En 2017 el blanco fue la UDI “que lo traicionó”, en 2021 fue Piñera y su “gobierno fracasado”, y en 2025 le toca a Boric. El villano rota, la lógica no: instalar que todo lo existente es un desastre para no explicar con la misma precisión qué, cómo y a qué costo piensa hacer algo diferente.


A días de la segunda vuelta, La Moneda ya empezó a preparar el cambio de mando. El jefe de gabinete llamó a los comandos de Jara y Kast para avisarles que, apenas se conozca el resultado del 14 de diciembre, el mandatario telefoneará en vivo al ganador y que, al día siguiente, lo recibirá en La Moneda junto a tres invitados para una primera reunión de trabajo.


Si ese ganador es Kast, Boric recibirá en el Palacio al candidato que hizo del “fin del gobierno de Boric” su única gran propuesta. El casi cierre de una historia de amor, porque si ese eventual gobierno de Kast termina midiendo su fracaso en las mismas promesas que hoy repite —seguridad y migración—, nadie habrá trabajado más que el mismo republicano en la campaña de Gabriel Boric 2030.


Por Álvaro Ortiz.