De SEO a GEO: La batalla por ser recordado en la era de la IA: La columna de Javier Riveros
"Para los medios chilenos, esto no es un debate abstracto. En pocos meses, las visitas provenientes de Google podrían desplomarse, y con ellas los ingresos por publicidad", dice el columnista para Turno PM.
Durante más de dos décadas, el SEO (Search Engine Optimization) fue el manual secreto de internet: un conjunto de trucos, algoritmos y estrategias para aparecer en los primeros lugares de Google. Pero ese juego terminó. En el nuevo ecosistema digital, los motores de búsqueda ya no entregan listas de enlaces, sino respuestas completas generadas por inteligencia artificial.
Esa transformación inaugura una nueva disciplina: el GEO (Generative EngineOptimization) presentada el año pasado en la conferencia KDD 2024 por investigadores de Princeton y el Instituto de Tecnología de Delhi. El estudio advierte que herramientas como Google Gemini, Bing Chat, Copilot, Perplexity y Claude están reconfigurando el acceso a la información. En vez de mostrar fuentes, las sintetizan y las reescriben, citando selectivamente los contenidos que las alimentan.
El problema es evidente: ¿quién aparece citado cuando la IA responde por nosotros?
El paper revela que incluir citas verificables, datos estadísticos y frases textuales puede aumentar hasta un 40% la visibilidad de una fuente en las respuestas generadas por IA. En cambio, las viejas prácticas del SEO, como repetir palabras clave o sobrecargar enlaces, ya no funcionan. La IA no se guía por trucos de sintaxis, sino por legibilidad, precisión y autoridad narrativa.
Eso cambia por completo las reglas del juego para periodistas, académicos y creadores. Si antes la batalla era por aparecer en la primera página de Google, hoy se trata de ser citado por la IA. Y esa cita, como toda cita, implica poder: define quién habla, quién es confiable y quién queda fuera del marco de lo visible.
El estudio también muestra algo contraintuitivo, ya que el GEO podría democratizar lavisibilidad digital. Los sitios pequeños, sin grandes presupuestos ni redes de enlaces,pueden competir con corporaciones si optimizan su contenido con estrategias simples como escribir con claridad, aportar datos, citar fuentes confiables. En teoría, eso nivelaría el terreno para medios locales, universidades regionales o proyectos independientes.
Pero la promesa tiene su sombra. Los motores generativos funcionan como cajas negras: nadie sabe exactamente cómo seleccionan, jerarquizan o combinan las fuentes. Su criterio de “autoridad” puede reforzar sesgos culturales, idiomáticos o comerciales. En el peor escenario, podríamos pasar de un internet plural a un internet sintetizado, donde la IA decide qué merece existir en la conversación pública.
Para los medios chilenos, esto no es un debate abstracto. En pocos meses, las visitas provenientes de Google podrían desplomarse, y con ellas los ingresos por publicidad. La pregunta no es únicamente técnica, cómo adaptar los sitios, sino comunicacional: cómo sostener la visibilidad, la credibilidad y la diversidad de fuentes en un entorno mediado por algoritmos generativos.
El GEO inaugura una era donde comunicar no será solo informar, sino dialogar con las máquinas que median ese mensaje. El desafío no es aprender a “gustarle” a la IA, sino hacer que la IA nos cite de forma justa, diversa y transparente.
Porque si el SEO era la lucha por aparecer, el GEO será la lucha por ser recordado.