"Política de gimnasio y memes: Pequeño político, gran influencer" | La columna de Javier Riveros

"La política chilena ya no puede comprenderse sin la mediación de TikTok y otras plataformas digitales. Más que un repertorio de memes ligeros, lo que se observa son estrategias comunicacionales deliberadas que buscan moldear percepciones y adhesiones", escribe el columnista para Turno PM.

28-08-2025

La política chilena ya no puede comprenderse sin la mediación de TikTok y otras plataformas digitales. Más que un repertorio de memes ligeros, lo que se observa son estrategias comunicacionales deliberadas que buscan moldear percepciones y adhesiones. El reciente informe de la Fundación Friedrich Ebert, “Influencers en la esfera política. Una mirada desde las juventudes chilenas”, confirma esta tendencia: en el escenario contemporáneo, la construcción de una identidad de influencer resulta más decisiva que la exposición de un programa político.


En la elaboración del estudio participaron el destacado doctor en Comunicaciones de la Universidad Católica, Marcelo Santos, y la candidata a doctora de la misma casa de estudios, Claudia Ramírez Friderichsen quienes aportaron, desde la investigación académica, un análisis crítico sobre la imbricación entre cultura digital e interacción política.


El caso de José Antonio Kast es brutalmente claro. Su TikTok lo pone en la misma liga que futbolistas y humoristas. Su discurso ultraconservador se viste de humor, bailes y cortes virales. Así, un candidato presidencial de ultraderecha se cuela en el feed de adolescentes como si fuera un comediante más.


Este fenómeno no es aislado. Los autores lo llaman “circuitos de sentido”: la intersección de nichos que parecen triviales —fitness, lifestyle, emprendimiento digital—, pero que al sumarse refuerzan una visión conservadora, meritocrática y religiosa. Es la cultura de los gym bros que veneran a Trump, con rutinas de pesas y frases motivacionales, envuelta en un envoltorio de “superación personal”. No hablan de política, pero venden el mismo guion: disciplina, fuerza, éxito material... y un orden social donde la diversidad y la igualdad estorban.


Mientras tanto, la izquierda digital aparece fragmentada, dispersa en nichos artísticos y de opinión, con menor cohesión narrativa. La derecha, en cambio, sabe unir religión, negocios, musculatura y humor en un mismo paquete viral. Resultado: más alcance, más engagement, más votos.


El peligro es obvio. Lo que parece un chiste en TikTok termina legitimando proyectos políticos autoritarios. Lo que empieza como “contenido motivacional” acaba normalizando liderazgos a lo Bukele, Milei o Trump. Y, lo que parece entretenimiento, se convierte en metapolítica: una batalla cultural que avanza mientras los partidos tradicionales siguen discutiendo comunicados.


La política ya no se mide en plazas llenas ni en editoriales de diarios. Hoy se mide en likes, shares y visualizaciones. La democracia está siendo empujada al gimnasio y al algoritmo. Y si no lo entendemos rápido, serán los gym bros de ultraderecha quienes definan el futuro con barras de proteína en una mano y urnas en la otra.

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