"Sanewashing: cuando el fascismo se pone perfume": La columna de Javier Riveros
"En Chile, los candidatos presidenciales de extrema derecha José Antonio Kast y Johannes Kaiser han promovido discursos abiertamente autoritarios y misóginos que, sin embargo, son blanqueados por ciertos medios y analistas", escribe el columnista para Turno PM.
En tiempos de sobreinformación, no siempre importa qué se dice, sino cómo se presenta. Ahí entra en escena el sanewashing: una estrategia discursiva que convierte lo irracional en aceptable, lo extremo en sensato. Es un proceso comunicacional sutil que blanquea discursos insostenibles para que suenen razonables; envolviéndolos en palabras suaves, eufemismos calculados y apariencias de moderación.
La escritora Siri Hustvedt, viuda de Paul Auster, en su artículo “El fascismo en los Estados Unidos”; la periodista Marta Peirano, en El País con su columna “Trump no es un genio del mal”; y la autora Claudia Piñeiro, en Cenital con “Sanewashing, el arte de suavizar a los fascistas”, coinciden en advertir sobre un fenómeno preocupante: ciertos medios y comunicadores reformulan lo inaceptable para hacerlo parecer razonable.
No es que los líderes extremistas moderen sus discursos, sino que quienes los amplifican —ya sea desde el periodismo, el análisis o la vocería— los reencuadran. Y en comunicación, el encuadre lo es todo.
En Chile, los candidatos presidenciales de extrema derecha José Antonio Kast y Johannes Kaiser han promovido discursos abiertamente autoritarios y misóginos que, sin embargo, son blanqueados por ciertos medios y analistas como expresiones de modernización o intentos legítimos de provocar debate. Kast ha defendido la dictadura de Pinochet y cuestionado derechos sexuales y reproductivos fundamentales; mientras que Kaiser ha atacado sistemáticamente a las mujeres y llegado incluso a justificar la posibilidad de un golpe de Estado.
Esta retórica, presentada como parte del juego democrático, implica serios retrocesos en materia de derechos humanos y de género.
Un fenómeno relacionado se observa en el caso de la candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, quien denunció una “asquerosa” campaña de desinformación en su contra. Según sus declaraciones, grupos vinculados al Partido Republicano estarían manipulando videos para instalar la idea de que sufre de Alzheimer.
Por su parte, en Argentina, la periodista Julia Mengolini denunció al presidente Javier Milei; a funcionarios de su gobierno; y a militantes libertarios por una serie de ataques digitales, entre ellos la difusión de un video sexual falso, generado con inteligencia artificial, en el que aparecía junto a su hermano.
Ambos casos forman parte de campañas de hostigamiento político con fuertes componentes misóginos y estrategias de manipulación mediática.
El sanewashing opera como una anestesia comunicacional: neutraliza el impacto de los discursos problemáticos y permite que ideas profundamente regresivas se instalen en la esfera pública sin pasar por filtros éticos ni democráticos. Al fin y al cabo, si “no es para tanto”, ¿por qué alarmarse?