"El bebé de Rosemary, realmente está pasando": La columna de Francisco Espinoza
"La tumba del neoliberalismo, decían. Era cosa de ponerle empeño. Pero la idea de ese futuro brillante nos cegó, y el mal sacó ventaja de las promesas siempre a punto de cumplirse, nunca satisfechas del todo", escribe el columnista para Turno PM.
A veces somos como el matrimonio del Bebé de Rosemary: tan voluntariosos que nuestros anhelos nos parecen promesas de Dios, y él no miente. Somos jóvenes, la historia juega de nuestro lado, el mundo es un lugar amplio y maravilloso donde caben todos los sueños, todas las mujeres y todos los hombres. Así era Chile hace unos años.
Como Guy y Rosemary al comienzo de la película, enamorados de un futuro feliz que creíamos inevitable. La tumba del neoliberalismo, decían. Era cosa de ponerle empeño. Pero la idea de ese futuro brillante nos cegó, y el mal sacó ventaja de las promesas siempre a punto de cumplirse, nunca satisfechas del todo. El Diablo reptó bajo nuestras ensoñaciones y convirtió el mundo en un departamento claustrofóbico.
Y, como Rosemary, entramos en negación. Los vecinos, unos viejitos siempre tan simpáticos, no podían tener segundas intenciones. La llegada del mal nos parecía una idea incómoda. Una locura. Una paranoia. Y ahora, como en la cinta de Polanski, capaz y nos interrumpen el buen dormir una sucesión de escenas incomprensibles y sacadas de una dimensión desconocida, símbolos de viejos traumas, voces a destiempo de sus bocas, un enredo de realidad y fantasía, un dolor en el cuerpo tan verdadero que no nos quedará otra que reconocer: “Esto no es un sueño, esto realmente está pasando”.