"El Beyblade no se mancha, El Coleccionista vs Diego González": La columna de Álvaro Ortiz
"Mientras todos disfrutaban inofensivamente de este fenómeno compartido, Diego González vio materia prima para el negocio del morbo", escribe el columnista para Turno PM.
En Chile, la fábrica de personajes virales trabaja a diario. Produce rostros que no inspiran admiración, pero que sí alimentan un morbo colectivo que, bajo la etiqueta de humor, se propagan por miles de cuentas en redes sociales.
Figuras de internet, como “Papi Micky” o “Carlitos Run”, no son excepcionales, pero su sola exposición a través de una cámara de celular los convierte en espectáculo. Son como monos de circo digital, entrenados para hacer su gracia por un puñado de maní disfrazado de “me gusta”. Los miramos, los compartimos y nos reímos de su realidad —simple, distorsionada y, sobre todo, ajena— como quien observa un teatro que jamás pisará.
Por eso hay que destacar cuando esta cruel maquinaria comete la rareza de generar algo sano. Así pasó con “El Coleccionista” y “El Villano”, dos muchachos de una pequeña comunidad de Beyblade X que, en las últimas semanas, se colaron en el panel de personajes virales de Chile. La diferencia es que, esta vez, el público no se reía de ellos, sino con ellos.
Quienes crecimos en los 2000 sabemos bien de qué se trata Beyblade. Para el resto, podríamos decir que es, en síntesis, jugar al trompo con la estética exagerada del animé. Fue gracias a simples videos de este juego, impulsados por la magia algorítmica de las redes sociales, que la gente llegó a ellos.
Pronto, “El Coleccionista” y “El Villano” dejaron de ser solo rivales en un juego de trompos para convertirse en protagonistas de una saga imaginaria que el propio público fue construyendo y que, además, puso en relieve una comunidad acogedora y poco explorada, donde tanto grandes como chicos comparten la misma pasión.
Sin embargo, mientras todos disfrutaban inofensivamente de este fenómeno compartido, Diego González vio materia prima para el negocio del morbo. El creador de Secreto en el lago —un reality en YouTube con alto contenido erótico que funciona como vitrina de personajes virales, reciclados y explotados— intentó acercarse en un evento este fin de semana a los jóvenes beybladers.
Independiente de sus intenciones, González es, en esta industria del internet, algo así como un proxeneta digital: detecta rostros, los seduce con minutos de pantalla y los expone para el consumo rápido de un público que quiere reír, escandalizarse o excitarse. Pero esta vez, la jugada no le resultó.
Ignorado monumentalmente por todos en el lugar, finalmente desistió de su acercamiento, dejando claro que la lógica de explotación digital tropieza cuando se enfrenta a contenido genuino que no quiere ser convertido en producto.
Como dijo alguna vez Diego Maradona, “la pelota no se mancha”… y mucho menos los beyblades.