"La democracia brasileña se pone pantalones largos": La columna de Alexis Cortés

"Aunque Jair Bolsonaro ya había sido inhabilitado para ser candidato por otros crímenes y, de hecho, recibió la sentencia con arresto domiciliario total, esta tendrá consecuencias políticas profundas", escribe el columnista para Turno PM.

12-09-2025

La condena del ex presidente Jair Bolsonaro (27 años y 3 meses) y del núcleo central de la “trama golpista” por el Supremo Tribunal Federal, la Corte Suprema de Brasil, es un hecho histórico con consecuencias geopolíticas tremendas. Brasil, con su escala continental, da una potente señal para toda la región sobre cómo defender las instituciones democráticas de la amenaza autoritaria encarnada por la extrema derecha.


En la historia del país no hay nada análogo, pues su transición a la democracia no implicó un enjuiciamiento de la dictadura militar que inició el ciclo autoritario en la región en 1964. Es posible que esa sensación de impunidad haya insuflado a Bolsonaro y sus apoyadores, quienes, como quedó ampliamente documentado en el propio juicio y en la prensa, sistemáticamente atacaron y amenazaron al sistema electoral y a la propia Corte Suprema.


Esta condena además salpica a otros liderazgos de las derechas radicales, como José Antonio Kast en Chile o, incluso, puede ser un anticipo del futuro que le espera a Javier Milei, una vez que concluya su mandato. El contraste con EE.UU. es decidor, pues la impunidad con la que Trump enfrentó el asalto al Capitolio le allanó su retorno a la Casa Blanca y permitió indultar a quienes protagonizaron esa amenaza a la democracia estadounidense. Eso, en parte, explica la sobrerreacción del gobierno de Trump ante las acciones de la Corte Suprema brasileña. Son esperables represalias del gobierno de EE.UU. en una clara vulneración de la soberanía nacional del país latinoamericano.


Aunque Jair Bolsonaro ya había sido inhabilitado para ser candidato por otros crímenes y, de hecho, recibió la sentencia con arresto domiciliario total, esta tendrá consecuencias políticas profundas. Por un lado, la base de apoyo de Bolsonaro intensificará su presión en el Congreso para aprobar una amnistía general de todos los implicados en el intento de golpe. Por otro, también se volverá más dura la disputa para llenar el vacío que deja el liderazgo de Bolsonaro, transformando la posibilidad de “indulto presidencial” en el principal eje de la narrativa del sector.


Para el petismo, el intervencionismo norteamericano y el atentado a los intereses del país por parte del bolsonarismo, con Eduardo Bolsonaro, quien, desde suelo estadounidense, gestiona sanciones, incluso más duras contra el país, abren una oportunidad de que la izquierda recupere terreno en la disputa de los valores nacionales y el patriotismo, marco que la derecha monopolizó en los últimos años. Al mismo tiempo, las sanciones han fortalecido la estrategia de diversificación de alianzas internacionales brasileña y han producido una baja de precios en productos sensibles como el café y la carne, lo que puede ayudar a la recuperación de la popularidad del presidente Lula.


Hace algunos años, el politólogo argentino avecindado en Brasil Andrés del Río, cuando se produjo por razones espurias el impeachment contra Dilma Rousseff, dijo “la joven democracia brasileña vuelve a usar pañales”. Hoy con esta sentencia podemos afirmar: la democracia brasileña se pone pantalones largos.

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