"Kast: ¿Estado de emergencia o gobierno de emergencia?": La columna de Jorge Saavedra
"Quienes abrazan el autoritarismo no lo dicen antes de asegurar el poder. Una vez allí, argumentan que la emergencia no está resuelta, que hay tareas urgentes, que no se ha llegado al objetivo deseado aún", escribe el columnista para Turno PM.
José Antonio Kast ha presentado su programa de gobierno y ha apostado por acelerar en su deriva autoritaria. A buenas y primeras no lo parece, porque Kast ha trabajado para ponerse en vista pública bajo protocolos que eviten mostrar la agresividad de su propuesta. No le resulta del todo, pero lo intenta. Y lo hace porque requiere atraer la luz sobre su tono cuidado y sus buenas maneras para que la agresividad de su programa se beba con mejor sabor. ¿De qué agresividad hablo? La de un programa que quiere instalar en Chile un Estado de Emergencia permanente. ¿Está delirando quien escribe esta columna? Veamos.
El programa 2025 de José Antonio tiene su raíz en lo que él denomina la crisis del Estado que —cito textual— “en lugar de ser un motor del desarrollo y un apoyo para las personas y las familias, se ha transformado en un gran obstáculo”. En su mirada, desde esa crisis nacen las tres principales emergencias del país: de seguridad, económica y social. El factor común y responsable de todas estas emergencias es el Estado. La primera pregunta que emerge de tal idea es: ¿Cómo Kast va a trabajar desde un Estado que no solo es deficiente, sino causante de tres emergencias que tienen a Chile —cito de nuevo— en el “estancamiento”? La explicaciónla entrega el candidato en grandes letras rojas y azules, cuando proclama "un gobierno de emergencia para implementar un cambio radical".
Y aquí viene la segunda pregunta: ¿cómo se puede lograr un cambio radical desde un Estado culpable de la crisis? Esta respuesta no la brinda el programa, pero a la vista de los acontecimientos, la deriva lógica es una: acudiendo a la implementación de un Estado de Emergencia. ¿Qué significa esto? Un régimen de excepción que solo se declara —y esto es muy importante— por quien ostente el cargo de presidente/a cuando existan situaciones que alteren gravemente el orden público o la seguridad nacional, ya sea de características naturales (un terremoto) o una crisis política severa (ver artículos 39 y 42 de la Constitución Política de la República). Una vez declarado el Estado de Emergencia, el presidente puede restringir derechos como la libertad de movimiento y reunión, así como entregar el control del orden interno del territorio, o una parte de él, a las Fuerzas Armadas.
¿Es lo anterior plausible? Le invito a revisar tres razones que nos pueden iluminar y determinar cuán probable, o descabellada, es tal posibilidad.
La primera razón es el pasado político de Kast. Su propuesta de campaña 2021, llamada "Atrévete a Vivir en Paz", traía dos medidas que son propias de regímenes donde se gobierna en Estado de Emergencia o derechamente autoritarios. La propuesta 46 proponía ampliar las atribuciones del Estado de Emergencia. Decía que “en aras de convertir este régimen excepcional en una herramienta eficaz de control en casos de grave alteración del orden público o daño a la seguridad de la nación, el presidente de la República debe tener la facultad, junto con restringir libertades de locomoción y reunión, de interceptar, abrir o registrar documentos, y toda clase de comunicaciones y arrestar a las personas en sus propias moradas o en lugares que no sean cárceles ni estén destinadas a la detención”. Por otro lado, la propuesta 33 aludía a la creación de una “Coordinación Internacional Anti-Radicales de Izquierda”, e indicaba que “lo que está pasando en Colombia no es casualidad. Se repite modelo del estallido antisocial en Chile. Nos coordinaremos con otros gobiernos latinoamericanos para identificar, detener y juzgar agitadores radicalizados”. ¿Qué consideraba, en ese entonces, Kast como radical de izquierda? El amplio mundo que participa, de una u otra manera, en una manifestación social; que cuestiona el estado de las cosas y que, por ese hecho, recibe hoy el apodo de “Octubrista” o “Woke”, etiquetas que se han instalado en el discurso público reciente como descalificaciones hacia cualquier ideavinculada al estallido social de 2019 o a agendas de derechos.
La segunda razón ha salido a relucir hace pocos días. En el contexto de su participación en el seminario de Moneda Patria Investments 2025, realizado en agosto de este año, el candidato Kast levantó la alarma por sus credenciales democráticas al indicar que "el Congreso es importante, pero no es tan relevante como ustedes imaginan. Nosotros estamos haciendo la revisión de todas las potestades administrativas que tiene el Estado, de todas las leyes que tienen sanciones incluidas que nadie aplica". De inmediato se le criticó por querer gobernar, a la usanza autoritaria, vía decretos, saltándose el Parlamento. Álvaro Elizalde, ministro del Interior del gobierno del presidente Gabriel Boric, le pidió rectificar su declaración porque(cito) “en democracia tienen que haber contrapesos”. Ante esto, Kast se defendió y dijo que le habían malinterpretado y subrayó que “jamás he dicho algo distinto a que voy a cumplir la Constitución y las leyes”. La defensa del candidato, empero, no aclaró el temor sobre su idea de gobernar por decreto, pues dijo que cumpliría la ley y la aplicaría.
Pues bien, quisiera recordar un dato relevante: el Estado de Emergencia es un tipo de Estado de Excepción que está en la Constitución. En otras palabras, Kast no negó que apelaría a gobernar por decreto. Por el contrario, es precisamente lo que pretende hacer de ser electo, por ejemplo, en caso de no contar con un parlamento muy a su favor. Recordemos que –como vimos más arriba– en 2021 no solo quería utilizar el Estado de Emergencia, sino ampliar sualcance.
Vamos a la tercera razón. Para medir el talante de Kast es necesario salir de la frontera chilena e ir a foros como los de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), donde el candidato ha tenido minutos en calidad de orador invitado. Organizadas por laUnión Conservadora Estadounidense en países como Brasil, México, Estados Unidos y Hungría, el candidato republicano se ha codeado con figuras de ultraderecha, incluyendo a Javier Milei, Eduardo Bolsonaro y Steve Bannon, entre otros. Allí, ante audiencias favorables a su posición e ideas, el candidato Kast ha desplegado sin barreras su manera de pensar. En su alocución en la reunión de CPAC en Hungría, realizada en mayo de este año, el candidato tomó una pausa para decir lo siguiente: "pido hacer un paréntesis para darle todo nuestro respaldo y esperamos sinceramente que el (primer) ministro Víktor Orban triunfe nuevamente en las elecciones de abril, porque él ha dado ejemplo y ha sido un faro en estas materias(migración) para toda Europa". Aquí lo determinante es que Kast está apoyando y considerando como ejemplo a Orban.
El gobernante húngaro lleva nada menos que 15 años continuos en el poder (antes lo fue entre 1998 y 2002) en un régimen que el mismo Orban denomina “democracia iliberal” y miradas menos complacientes lo tachan de “democradura”. Kast le deseó suerte para las elecciones de abril de 2026, a través de las cuales podría llegar a las dos décadas –sin interrupción– en el poder.
¿Por qué tanta admiración? Desde 2010 en adelante, parte de las medidas de Orban han implicado la limitación de libertades fundamentales como la de expresión y de reunión, y ha llevado adelante medidas para controlar los medios de comunicación. En materias educativas ha intervenido para controlar el contenido de libros escolares y limitar la autonomía universitaria; ha restringido de manera drástica los derechos de la comunidad LGBTQ+ y, en abril de este año, anunció la retirada de Hungría de la Corte Penal Internacional, en compañía del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Un ítem de particular admiración de Kast hacia Orban ha sido su política antiinmigración, con ítems como la valla que separa a Hungría de Serbia, cuyo costo ascendió a los 800 millones de euros.
¿Es posible que en Chile se gobierne en un Estado de Emergencia? Lo que sabemos es que otro gobernante admirado por Kast lo ha hecho y así lo atestiguó al visitarlo en abril de 2024. Hablo de Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Interesado en conocer sus megacárceles, el candidato chileno vio in situ el operar de un gobierno que desde marzo de 2022 hasta 2025gobernó en base a un Estado de Emergencia que se prorrogó 36 veces. En la nación centroamericana, dicho estado se extiende por 30 días. En otras palabras, ha gobernado con Estado de Emergencia permanente. Valga agregar que, desde agosto de 2025 y gracias a un Parlamento favorable, se le ha permitido reelegirse de manera permanente.
Y es aquí cuando la noción de la emergencia se vuelve tan común, que luego es ya lo permanente, lo habitual, lo normal y —desde la narrativa autoritaria— lo deseable. Registros abundan en la historia de Chile. En 1984, el entonces ministro del interior, Sergio Onofre Jarpa, celebraba la declaratoria del Estado de Excepción (de 90 días) frente a las protestas que crecían contra la dictadura de Pinochet, porque permitiría "el desarrollo de la vida de los ciudadanos y el normal desenvolvimiento de las actividades productivas". Aquel queprotestaba, aquella que salía a expresar su malestar, incluso quien se indignaba, no cabía como ciudadana o ciudadano en los registros de Jarpa, muy en la retórica autoritaria de buenos y malos, o de humanos y humanoides, para citar al entonces almirante José Toribio Merino.
Las tres razones esgrimidas en esta columna esbozan una realidad y deslizan un futuro posible. Lo hacen con ánimo de rascar con ojo crítico la puesta en escena de Kast y revisar las bases del tinglado sobre el que se sostiene el candidato. Al hacerlo, se ven los pilares de un escenario que presenta una amenaza para la democracia, tal como la conocemos. Y lo hace con una última pregunta a usted, lectora y lector: ¿Cuándo termina el Estado de Emergencia? Quienes abrazan el autoritarismo no lo dicen antes de asegurar el poder. Una vez allí, argumentan que la emergencia no está resuelta, que hay tareas urgentes, que no se ha llegado al objetivo deseado aún. Y ese “aún” opera como el sustento donde se normaliza y eterniza lo excepcional. Es una copia de lo que un viejo dictador chileno declarase en el contexto de un plebiscito viciado, en el amanecer de los 80, cuando dijo que “un lapso menor es insuficiente para emprender tareas de largo aliento, que requieren de una voluntad firme y sostenida para llevarlas a efecto”. Kast, criado al alero de dicha herencia y con sus cuidadas formas, no nosdice cuándo culminará la emergencia que su gobierno busca resolver. Lo que sí sabemos es que solo tiene un plan: ser un gobierno de emergencia. Y si tiene solamente uno, es porque nonecesita otro.